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domingo,
25 de
septiembre de
2005 |
El cazador oculto: "La prudente
advertencia
del Andaluz"
Ricardo Luque / Escenario
"Nunca confíes en un tipo de saco y corbata". El consejo lo dio el Andaluz un caluroso mediodía de primavera mientras esperaba que cambiara la luz del semáforo en plena city rosarina. No había sido más que una frase de ocasión hasta ahora que los años les devolvieron a las palabras del viejo su verdadera dimensión. Ultima noche del invierno. Coctail de lanzamiento del centenario del puerto. Desde los amplios ventanales del salón Amarras puede verse la claridad fantasmal de la luna reflejándose en el río. A nadie le importa. La densidad de ambos gris topo, camisas blancas y corbatas rayadas por centímetro cuadrado es asfixiante. Todos ríen con la boca abierta, inclinando la cabeza para atrás. Lucen orgullosos el trabajo que sus exclusivísimas tarjetas doradas pagaron a sus ortodoncistas de cabecera. "Lo más barato es pagar". El consejo, que suena familiar pero no lo es, está escrito con tinta invisible en las dentaduras de los invitados a la reunión. En un rincón, Pablo Breitman deshoja una margarita. Y no es para menos. Hasta ayer era nacional y popular y hoy debe esforzarse para entender los chistes de "CQC". "Me voy a ver De la Guarda, ¿estoy bien así?", pregunta sin mirar a quien. Nadie le responde. No hace falta. A quién se le puede ocurrir ir a un show de teatro aéreo vestido de etiqueta. A Tomás Ferguson, claro, que sigue los pasos del hombre del 5 como quien no quiere la cosa. El golfista, que con su inesperado noviazgo rompió el corazón de las chicas que soñaban con desposarlo, no sabe en la que se mete. No importa. La función es gratis y hay que aprovecharla. Como el generoso catering de Martha Cura, que sin novedad en el frente (siempre los mismos canapés, siempre el mismo espumante), atesta las mesas. Y ahí está el culturoso Marcelo Romeu, que con corbata ¡amarilla! y una camisa caqui incandescente parecía un Indiana Jones radiactivo, para dar cuenta de las vituallas. Está desbocado. Peor que cuando come a escondidas brownies con helado en McDonalds. ¡Terror! Como el que revela el rostro demudado de Rubén Galassi al ver a su esposa, la exuberante Susana Rueda, rodeada de trajes de corte inglés. La niña, que desde que madruga Dios la ayuda, lucha a capa y espada para mantener a raya a los ejecutivos que la ansían más que a una cuenta millonaria. Y sí, el Andaluz tenía razón.
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