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 viernes, 23 de septiembre de 2005  
El golpe del 55

"La Revolución Libertadora del 16 de septiembre de 1955 llegó varios días después a Rosario", recordó el periodista Gary Vila Ortiz a La Capital. A 50 años del derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón, el escritor remarca que "hubo grandes movilizaciones en apoyo al gobierno justicialista. Pero, el 23 de septiembre (día en que el general Eduardo Lonardi asumió el gobierno de facto) llegó el general Bengoa con refuerzos militares y ocupó la plaza San Martín".

"La ciudad se había levantado como luego ocurriría en las dos sublevaciones populares llamadas Rosariazos. No somos una ciudad tan proletaria, pero los trabajadores tenían gran participación", recuerda Vila Ortiz, quien ingresó como corrector a La Capital en 1958 y se retiró como jefe de Redacción en 1994.

"Hay que ser fiel con la memoria y con lo que se siente ahora. Yo no era peronista, pero había un arco muy amplio entre los opositores al justicialismo".

"Cuando Perón asume tenía 11 años y mis abuelos eran amigos y partidarios de Lisandro de la Torre, así que sus relaciones con el peronismo no eran buenas. Mi padre —indica—, fue profesor de oftalmología y uno de los que renunciaron a la Universidad en solidaridad con el gran número de docentes separados por el peronismo. Así, mi juventud se desarrolló en un ambiente opositor al justicialismo, pero sin fanatismos".

"Como muchos estudiantes universitarios (Vila Ortiz estudió medicina, y luego derecho) yo no era peronista porque nos parecía autoritario, como el mismo justicialismo luego lo reconoció. Perón se equivocó en eso, a pesar de tener apoyo popular auténtico", sostiene el periodista, poeta y cultor del jazz, que escribe notas literarias y ficcionarias en Rosario/12, además de participar en programas de radio rosarinos.

"En aquella época esperábamos un conato contrae Perón, pero también advertíamos que la Iglesia apostaba a esa lucha antiperonista. En una reunión clandestina de la juventud demócrata progresista —donde militaba— ya se cuestionaba el apoyar una revolución que estuviera en manos de la Iglesia".

"Al caer Perón estábamos contentos, pero enseguida comenzamos a notar la enorme gama de colores que tenía el antiperonismo. Ser opositores no significaba coincidir con los conservadores".

"Nos llamábamos gorilas —admite Vila Ortiz—, pero era algo hasta humorístico y nacido por una canción de la época. El gorilismo de aquel tiempo no fue como el que se conoció luego. Eramos antinazis, antifachistas, antifranquistas y promulgábamos un liberalismo de izquierda", remarca.



“Había otro país”



"Estuve en la Democracia Progresista hasta que fui candidato a gobernador en 1995 por un sublema del radicalismo", recuerda. También señala que "desde 1989 a 1998 me amenazaron por mi relación con el «gorilismo», y debía explicar que eso había sido en 1955, cuando en ese entonces había un país distinto, existía un peronismo y una oposición firme. Luego eso se fue diluyendo", dice Vila Ortiz.

Resalta que tras el fallecimiento de Evita, "el peronismo se transformó y Perón no tomó algunos proyectos de ella, presionado por sus camaradas militares".

"Perón sabía que podía manejar al partido, pero decía que era como una bolsa con gatos de la que sacaba el gato adecuado para cada momento. Nunca fue un movimiento de izquierda, algunos venían desde la izquierda, pero otros eran de derecha. La oligarquía, los intereses conservadores, la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural no fueron tocados por Perón. No atacó lo esencial para buscar un socialismo democrático. Nosotros deseábamos los avances sociales que trajo el peronismo, pero no queríamos que fueran regalos de Navidad. Pensábamos que debían ser conquistados por el pueblo en una verdadera revolución social, a la que nunca llegamos en Argentina".
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