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sábado,
17 de
septiembre de
2005 |
Un cabo se encerró en una sala del Hospital Provincial y amenazaba suicidarse
Un acuartelamiento nada convencional
Protestaba por los pedidos de cesantía contra 8 policías. Rechazó una audiencia con la jefa de policía y el
gobierno resolvió no dialogar con él. En mayo había denunciado corrupción con el combustible de las patrullas
Sergio Falaschetti, un policía que en mayo pasado formuló denuncias por robo de combustibles hacia oficiales de cúpula de la Unidad Regional II, se atrincheró ayer a la madrugada en el destacamento policial del Hospital Provincial, donde trabaja, y amenazó con suicidarse si el gobierno provincial no reveía la situación de los dos efectivos que se habían encadenado al portón de acceso a la Jefatura en protesta por los pedidos de cesantía. Tras más de 22 horas de encierro, el cabo permanecía aislado a medianoche, ya que ningún funcionario gubernamental se presentó para atender sus reclamos, luego de que rechazara una audiencia con Leyla Perazzo, la jefa de la policía provincial.
Un grupo de policías cordobeses llegó a Rosario para expresar su solidaridad con el cabo "acuartelado" en su lugar de trabajo. Junto a familiares del efectivo y allegados a los tres manifestantes que están apostados en el ingreso a la Jefatura, los delegados de la provincia mediterránea imploraron al gobernador Jorge Obeid que "se sensibilice con sus policías y escuche sus reclamos". A media tarde, la estrategia del gobierno provincial frente a la protesta de Falaschetti parecía circunscripta a esta frase: "Que haga lo que quiera". Más que acceder a sus peticiones, el planteo parecía apostar al desgaste físico y psicológico del policía para que depusiera su actitud.
"Están jugando al desgaste y nos dicen que pidieron al juez que desaloje el hospital", dijo a la noche Eber Palermo, uno de los policías del gremio Apropol con pedido de cesantía por el autoacuartelamiento de abril en Rosario, que acudió a solidarizarse con Falaschetti. "Si nos quieren mover de acá nos van a tener que sacar a la rastra", añadió.
A principios de mayo, Falaschetti brindó detalles sobre maniobras presuntamente delictivas relacionadas con la provisión de combustible para los móviles policiales. Mencionó cómo se fraguaban planillas y tableros de patrullas para justificar consumos de combustibles desviados a otros fines. Sus dichos fueron un coletazo de la denuncia penal de ese mismo mes sobre igual delito realizada poco antes por Apropol cuando varios dirigentes entraron a Jefatura y sorprendieron a efectivos en aparentes maniobras con los cuentakilómetros. A fines de mayo denunció que habían querido electrocutarlo en el penal de la 30ª cuando, al abrir una reja de un calabozo, sintió el paso de corriente eléctrica.
El incidente de ayer comenzó cuando Falaschetti se presentó a las 22 en su puesto del destacamento policial Nº16 que funciona en el Hospital Provincial (Alem y Zeballos). Cerca de la una de la madrugada, el cabo de 42 años de edad y padre de tres hijos, desenfundó su pistola Browning 9 milímetros y se encerró dentro de la pequeña oficina. Desde allí le anunció a sus compañeros que se iba a quitar la vida si el gobierno provincial no reveía las sanciones contra los policías que participaron del acuartelamiento del 12 de abril pasado.
Falaschetti dejó claro desde el comienzo que estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias. "Si el gobernador no me atiende, me voy a pegar tiro por tiro para morir desangrado", escucharon sus interlocutores a través de la puerta. El suboficial dijo sentirse defraudado por sus superiores y que las autoridades "no tuvieron respeto" con los reclamos de mejoras en las condiciones de trabajo. En pocos minutos el lugar se llenó de policías, entre los cuales se contaba a un mediador de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE), quien inmediatamente se puso en contacto con el atrincherado.
Isabel, la mujer del policía, llegó a media mañana al Provincial. Según contó a La Capital se enteró de lo que sucedía por la radio. "Yo lo veía callado y muy nervioso últimamente. Estaba en permanente contacto con sus compañeros que están encadenados en la puerta de Jefatura. Hablé con él y me dijo que hace todo esto por ellos, porque no obtuvieron una respuesta seria a sus reclamos y que no va a parar hasta que lo reciba el gobernador porque se sintió traicionado", manifestó Isabel.
Mientras el movimiento de público en el hospital crecía conforme pasaban las horas, el negociador de la TOE le hizo saber al policía, puerta de por medio, la única oferta gubernamental: una audiencia con la jefa de policía provincial, Leyla Perazzo, como forma de canalizar los reclamos. Falaschetti rechazó la propuesta. "(Perazzo) Nos traicionó. En abril prometió que no habría sanciones y sabemos lo que pasó", remarcó el policía desde el interior del destacamento. "De acá no me voy hasta que el gobernador resuelva la situación de los compañeros encadenados", agregó.
El rechazo de la oferta para reunirse con Perazzo estancó las tratativas. El retiro de las autoridades policiales de la zona y la sola presencia de tres suboficiales custodiando el lugar expresaban la importancia atribuida desde el gobierno a la protesta. Cerca del mediodía tres delegados de la policía de Córdoba se llegaron hasta el Centenario para solidarizarse con el cabo. Uno de ellos era el cabo primero Claudio Cisneros, cesanteado por encadenarse en una plaza por reclamos salariales. Fue una retribución de gentilezas por la adhesión que los mediterráneos tuvieron de un grupo de rosarinos cuando un conflicto similar le estalló al gobernador José Manuel de la Sota.
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Fotos
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Del otro lado de la puerta, Sergio Falaschetti pedía hablar con Obeid.
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