Saberes y sabores

Placeres patagónicos

Ricardo Luque

Neuquén posee una de las rutas del vino más encantadoras que pueden hallarse en el sur argentino. Un destino que seduce a los amantes del turismo enológico tanto por la belleza de sus paisajes como por los aromas y sabores que atesoran las jóvenes bodegas de la región. El paraje, donde amplias plantaciones de viñedos quiebran la aridez del desierto patagónico, es una parada obligada para los viajeros en busca de experiencias vitales.

Nadie espera encontrar en una zona de suelos pedregosos, fuertes vientos y climas extremos un oasis como el que se abre al noroeste de la ruta provincial 7, a unos 60 kilómetros de la ciudad de Neuquén. Una variada paleta de colores tiñe las grandes extensiones de tierra ubicadas en los alredores de San Patricio del Chañar y de la población de Añelo. Son chacras y viñedos que dibujan una asombrosa postal del fin del mundo.

Allí, la voluntad inquebrantable del hombre se empeñó en convertir una inhóspita y extensa meseta sureña en un valle donde se pudieran plantar manzanas, peras y frutos del bosque. Para lograrlo se construyó un canal de 20 kilómetros de longitud que desvía las aguas del río Neuquén y dotó a la zona de agua. Un complejo sistema de riego artificial permitió que se estuviera en condiciones de comenzar a producir.

Sin embargo, el examen de los suelos reveló que poseían condiciones ideales para el cultivo de la vid. Las condiciones del clima alentaban también a asumir el riesgo que implicaba encarar la ardua tarea que demandan la plantación y cuidado de los viñedos. La amplitud térmica, los vientos y las lluvias escasas hacían suponer que las uvas que se cosecharan tendrían un altísimo grado de sanidad y, por lo tanto, permitirían producir vino ecológico.

La Bodega del Añelo, perteneciente a la familia Vidal, fue la primera en instalarse en la zona. Ubicada sobre la ruta 7, posee un edificio imponente, con altas arcadas de ladrillos vistos y vitrales de colores que evocan los distintos momentos de la producción vitivinícola y dan a sus interiores un ambiente acogedor. La sala de degustación, en el primer piso, cuenta con una terraza desde la que puede verse caer el atardecer sobre los viñedos.

Añelo significa en mapuche "el lugar del muerto", porque en el solar donde está emplazada la firma los soldados mataron, el 17 de julio de 1879, al cacique Ranquel. Sus tierras son óptimas para el cultivo de uvas Chardonnay, Pinot Noir, Malbec y Merlot. La bodega, cuyo diseño prioriza la producción industrial, produce la línea de vinos Finca Roja, que se ganó un lugar en el mercado por sus colores intensos y aromas complejos.

Pese a la excelente calidad de las cepas que se producen en la región, los vinos patagónicos no trascendieron hasta la aparición de la Bodega del Fin del Mundo. El establecimiento, emplazado en el corazón de San Patricio del Chañar, implantó sus primeros viñedos en 1999. Su rápida adaptación al clima y al suelo permitieron que tres años más tarde lograran un impactante Malbec que puso a las etiquetas neuquinas en el mapa vitivinícola nacional.

La bodega, que cuenta con sistemas de elaboración y conservación de vinos de alta tecnología, es la más grande de la región: posee una capacidad de vasija de 6 millones de litros. Su portfolio de vinos consta de varietales y genéricos añejados en barricas francesas de primer uso. Sus etiquetas, Fin del Mundo, Newen y Postales del Fin del Mundo, se caracterizan por ser vinos frescos, equilibrados y que mantienen el potencial aromático de la fruta.

A unos pocos kilómetros al sur se encuentra la bodega NQN, uno de los establecimientos más jóvenes de la región. Fue fundada con la premisa de sintetizar las modernas tecnologías vitivinícolas con la estética despojada del paisaje patagónico. Su sede resume la idea: se trata de una construcción baja de hormigón armado que asoma tras un terraplén que simula uno de los sellos de la geografía del lugar: la barda neuquina.

La arquitectura y el equipamiento de la bodega revelan su espíritu innovador, tanto como sus técnicas para el cultivo de cepas de los más finos varietales. Su marca insignia, Malma, que significa "orgullo" en la lengua de los antiguos pobladores de la región, ya encontró un lugar en el mercado internacional gracias a su nobleza y carácter. El restó bar de la casa, a cargo de Matías Sebastián Núñez, es ideal para probar sus encantos.

Los viñedos de la Familia Schoeder, un emprendimiento familiar que apunta a la excelencia en la producción ecológica, tiene la particularidad de aprovechar la pendiente de la ladera de la meseta para que el proceso de elaboración de los vinos se realice por la simple acción de la gravedad. Y además atesora en sus entrañas los restos fósiles de un dinosaurio de más de 12 metros de longitud descubierto durante la construcción de la bodega.

Su línea de vinos Saurus, que evoca el curioso hallazgo paleontológico hecho en sus tierras, presenta vinos jóvenes que combinan sabores frutales con la redondez de los taninos y la seducción de la madera. En la terraza de su exclusivo restó, un amplio solar de pisos de madera protegido del viento patagónico por gruesos cristales, se puden descubrir sus sabores mientras se contemplan el paisaje bucólico de los viñedos que se pierden en el horizonte.

Arquen, un emprendiento de Langber SA., es la última de las bodegas afincadas en la región con el objetivo de producir vinos de alta gama. El proyecto prevé una capacidad, en una primera etapa, de 2 millones de litros. Se implantaron varietales Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay, Pinot Noir, Sauvignon Blanc, en una finca de 170 hectáreas. Aún en construcción, la bodega revela el potencial que atesoran los vinos patagónicos.