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sábado,
17 de
septiembre de
2005 |
"La voz de
las mujeres asesinas"
José L. Cavazza / Escenario
En una semana con demasiados fuegos artificiales, con el nuevo álbum de los Stones explotando en todo el planeta y con demasiadas personas rezándoles a sus dioses, yo sigo escuchando "Pafuera telarañas", disco debut de la valenciana criada en Extremadura y que se hace llamar Bebe. Y aunque aquí no se la conozca demasiado -salvo por la cortina de la serie "Mujeres asesinas" donde canta "Malo"-, ya que EMI la editó en Argentina pero prefirió apostar fichas a otros matungos, esta chica de 27 años y cara de joven descarriada en España es toda una estrella. La reina del sábado a la noche de Madrid, de Barcelona y de Sevilla. Alma callejera y alternativa que de golpe entró como reina en su palacio en las radios comerciales españolas. Y uno, que carga una sobredosis de historia de mujeres gimoteando frente a un micrófono, desde Billie Holiday hasta Chan Marshall, Hope Sandoval y Beth Gibbons, se emociona al encontrar a una mujer que balbucea notas en español en tu oreja. Así, Bebe te devuelve al calor de tu casa, te mete de nuevo, y tras años de desamparo, en un revoltijo de sábanas tibias, de ropa propia y olores familiares. Sí, Bebe aprovecha al máximo algunas de sus canciones resultonas. Bebe está de moda y eso no está mal ni bien. Su voz de entre chica de 12 y mujer de la trasnoche se mete bajo tu piel y atraviesa los laberintos de tu azotea. Como la química que te convierte en un tipo moderno: la efedrina, los esteroides, la silicona, el Xanax, la MTV, el café descafeinado y el pollo sin piel pero con babas y sin gusto. Y esto tampoco está bien o mal. Sucede. La Marshall, la Gibbons y la Sandoval te imploraban en un lenguaje extraño. Bebe canta a capella "Razones" y volvés a creer que existen amores profundos. Ella respira, marcada y pesadamente, como cuando se respira por un tubo debajo del agua. Pero parece estar cantando tumbada sobre una alfombra de yute, en una habitación llena de ecos, con pulseras que tintinean alrededor de sus muñecas, enormes anillos de piedras transparentes y luciendo una peluca rubia, transformada en la hija de George Bush e imitando el acento norteamericano en un hilarante homenaje a la silla eléctrica. Pero, en medio de un golpe seco, empieza a balbucear "Malo", y el chiste acabó.
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