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sábado,
17 de
septiembre de
2005 |
Un paso al costado. El prelado dejará en breve la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina y el Arzobispado de Rosario
Arzobispo Mirás: "El vicio fundamental de
esta época es el deseo de poder"
El sacerdote católico fustigó el individualismo, el egoismo y el absolutismo, y pidió un mayor compromiso a las autoridades
Carlos Duclós / La Capital
Con ese sosiego que transmiten aquellos que han alcanzado una profunda paz interior y la tranquilidad del deber cumplido, el presidente de la Comisión Episcopal Argentina y arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, ratificó que deja en el mes de noviembre la presidencia de ese organismo y anunció que "muy pronto" dejará también la titularidad del arzobispado en virtud de su avanzada edad. Además, afirmó que su renuncia ha sido aceptada por la Santa Sede y que sólo resta la designación de su reemplazante. Mirás no eludió temas políticos y sociales y sostuvo que en este país "el poder político siempre busca lo que es conveniente para perpetuarse en el poder", para luego mostrarse preocupado por el absolutismo y la falta de diálogo. Consideró también que se vive en una sociedad individualista y que hay dos argentinas: una rica y otra pobre. Al hablar del amor, el prelado señaló que este sentimiento "no es la vida light, es la búsqueda de lo mejor para el otro".
-¿Ratifica usted su alejamiento de la presidencia de la Conferencia Episcopal y del arzobispado de Rosario?
-En noviembre termina mi función como presidente de la Conferencia Episcopal y será otro el que ocupe ese lugar. Pero también me alejo del arzobispado y esto será, creo, en breve tiempo más. Sólo resta que el papa Benedicto XVI designe al nuevo titular de la arquidiócesis. Mi renuncia fue presentada en diciembre pasado y fue aceptada, así que que, creo, habrá novedades muy pronto. Desde luego, seguiré trabajando como sacerdote, porque hay muchas cosas por hacer.
-¿Los buenos y los justos han sido desconsiderados por el poder político?
-El poder político siempre busca perpetuarse en el poder o para adquirir más poder. El vicio fundamental de esta época es ese: el deseo de poder, de acrecentar el poder. Y esto ocurre en todo orden, porque se da en el mundo político, en el mundo gremial, en la sociedad particular. ¿Son considerados o no los mejores y los buenos? Y a veces sí, porque brillan en las ciencias, por ese lado la sociedad los reconoce, pero el ser bueno no suele ser reconocido.
-¿Coincide en que hay dos argentinas, una rica y otra pobre?
-Sí, seguro. Eso se ve en Rosario. Se ve una Rosario pujante por acá cerca, pero usted sale a la periferia y la pobre gente tiene un peso, un peso con cincuenta por día para comer y no solo, sino con los hijos. También se ve que por la necesidad imperante hubo que abrir tantos comedores y la familia ya no come junta y esto es un drama. Hay gente muy pobre, gente realmente excluida de la sociedad.
-¿Los líderes en general están comprometidos con la propuesta de la Iglesia de la civilización del amor?
-Yo creo que no. Ese tipo de individualismo pretende conseguir más para sí; entonces lo de la civilización del amor suele ser simplemente un dicho. Pero el cristiano tiene que tenerlo como una obligación porque el mensaje de Cristo es amar al prójimo. Ya estaba en el Primer Testamento y Cristo lo ha sacado a la luz, lo ha hecho fuerte. San Pablo dice que quien cumple con esto cumple con toda la ley, pero esto no se suele tener en cuenta. El amor no es la vida light, es la búsqueda de lo mejor para el otro al cual se ama.
-¿Le preocupa el absolutismo en el poder?
-Sí, me preocupa. Hay muchas cosas que me gustan, como la búsqueda de independencia, que no nos vengan a marcar recetas, que tiene que haber pluriculturalismo y que no se puede imponer a todos los demás la forma de pensar de un grupo. Pero el que no haya diálogo, que es lo que engendra el proceso democrático, me preocupa.
-¿Qué mensaje les daría a quienes fueron elegidos para regir los destinos de una sociedad?
-Me pone en un apuro (se ríe). Pienso que tiene que seguir lo que Jesucristo enseña: ser autoridad es un servicio, no para que alguien se pueda servir. Ser autoridad para acomodar a los amigos no es el camino que Cristo ha propuesto. El que es autoridad es un servidor de la sociedad. La autoridad es necesaria, la sociedad sin autoridad no puede existir pues estaríamos en la anarquía, pero el que tiene la autoridad tendría que ser el servidor de la sociedad y pensar en las necesidades de todos y tratar en el camino práctico de que haya justicia social en todo orden. Que los dineros sean gastados en aquello que debe ser gastado y que se planifique, y se piense en el mañana, y que crezca el aporte a la educación pública.
-¿Cuáles son las razones de la crisis del hombre actual?
-La sociedad se ha hecho muy individualista. Nos ocupamos mucho cada uno de nosotros mismos y no pensamos en los demás, y esto, claro que produce sensación, por lo menos, de desamparo, de soledad en la gente. El mismo apartamiento de la idea de Dios que ha tenido la sociedad contemporánea, dejando solamente para la sentimentalidad el tema de Dios, hace que la fortaleza hallada en las realidades vividas se haya diluido bastante. Pero fundamentalmente es esto: estamos en una cultura individualista, no se piensa en el prójimo. A todos nos pasa esto, no digo que sea un grupo, a todos nos pasa que pensamos demasiado en nosotros mismos y prácticamente nada en los demás.
-¿La Iglesia Católica no debería acentuar más la mirada en la cuestión social?
-Seguramente. Es una de las obligaciones de la evangelización. Juan Pablo II nos lo decía siempre y por eso intervino tanto con su doctrina, y a veces con su acción, en este tema social. Aunque esto no es cosa nueva en la Iglesia. Desde que yo era seminarista, y han pasado sesenta años, siempre en la Iglesia se hablaba de la cuestión social y hubo gente dedicada a esto. Esto de la cuestión social no es nuevo y la Iglesia lo ha venido acentuando.
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Mirás seguirá trabajando como sacerdote porque "hay mucho que hacer".
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