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miércoles,
14 de
septiembre de
2005 |
Editorial:
Coronda: propuesta que dignifica
Describir el panorama carcelario argentino, que como es obvio incluye al de la provincia de Santa Fe, constituye una tarea ingrata. Las condiciones de alojamiento de numerosos reclusos son, en efecto, motivo de preocupación tan profunda como justificada. Es que las prisiones no sólo deberían ser lugares donde los presos permanezcan confinados para cumplir la condena que la Justicia les ha impuesto sino también ámbitos donde, en lo posible, se los intente recuperar como seres útiles para la vida en sociedad.
Pero el Estado fracasa y la dura realidad, entonces, impide la concreción de ese postulado. Hacinamiento, ausencia de higiene, abandono y desinterés se unen para crear un coctel nocivo a partir del cual la mayoría de los penales se convierten en verdaderas escuelas del delito en donde no sólo no se recupera a los reclusos sino que, en verdad, se los "instruye" para retomar la mala senda. De allí que merezca elogios y despierte esperanzas en un cambio de rumbo la reciente firma de un convenio entre la Unidad I de Coronda y el Ministerio de Educación provincial, que permitirá a los presos construir y proveer de muebles a los establecimientos escolares santafesinos.
El trabajo dignifica al hombre, reza el dicho, y cómo discutir su certeza. Y otro asegura: el ocio es la madre de todos los vicios. Las largas y monótonas horas en la cárcel deben ser ocupadas con actividades múltiples, que incluyan el estudio y las labores manuales. Esa fue -vale recordarlo- la tradición histórica del penal corondino, que fue pensado para alojar a seis centenares de internos e incluía talleres detrás de sus muros. Pero la década del noventa, ese huracán que modificó tantas cosas -muchas de ellas para mal-, alteró una saludable tradición a la que hoy se intenta reflotar, aunque con una cifra de presos que duplica a aquella para la cual la cárcel fue proyectada.
Por seis horas diarias de trabajo, cada recluso-trabajador percibirá cien pesos mensuales. Suma ínfima y simbólica, tal vez, pero que termina de cerrar el círculo: la tarea que realicen les será retribuida. Aunque es la capacitación que cada una de ellos recibirá para poder realizarla la que acaso se erija como el factor más valioso: podría erigirse, en el futuro, en ayuda concreta para ganarse la vida.
Ojalá que el mismo penal que se convirtió el pasado mes de abril en la réplica más exacta del infierno conceda a quienes en él están recluidos una nueva oportunidad. Medidas como la adoptada señalan que se está transitando por el camino correcto.
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