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miércoles,
14 de
septiembre de
2005 |
Demasiado
circo
El martes 6 de septiembre al mediodía tuve la oportunidad de presenciar un espectacular operativo montado por efectivos de la Guardia Urbana Municipal (GUM) y policías del Comando Radioeléctrico. En Rioja al 700, a pocos metros de llegar a Laprida, cuatro integrantes de la GUM con su respectiva camioneta y cuatro oficiales de policía repartidos en dos móviles se hicieron presentes en el lugar para sancionar a un vendedor ambulante de naranjas. El hombre, de avanzada edad, se encontraba en un bar ofreciendo su mercadería y había dejado su carro sobre la orilla de la calle. Al darse cuenta de la presencia de los agentes del orden salió del comercio para afrontar la situación (en ese momento se sumó el segundo móvil del Comando). Los hombres de la GUM observaban, boleta en mano, cómo el vendedor hablaba con un policía. Tras escuchar el descargo del infractor, los ocho agentes deliberaron sobre la sanción: "que sí", "que no", "que puede ser", "que qué hacemos". Pasó el tiempo y el vendedor, cansado de esperar, tomó su carro y se fue, y los policías optaron por hacer lo mismo subiendo a sus móviles. La guardia urbana, en cambio, se quedó entre lamentos viendo la posibilidad de seguir e interceptar al transgresor. Entonces me pregunto: ¿Son necesarios tantos agentes para nada? ¿Dónde están la policía y la GUM cuando se necesitan? ¿Será que es más fácil enfrentar a un vendedor ambulante que a un ladrón?
Diego González Fernández
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