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 domingo, 04 de septiembre de 2005  
Un caso más. Asesinaron con aparentes fines de robo a un anciano que vivía solo a metros del viaducto Avellaneda
Hallaron a un jubilado muerto en su casa con la cabeza hundida

Ariel Etcheverry / La Capital

Un hombre de 76 años fue encontrado ayer sin vida en su casa de Urquiza al 4100, a pocos metros del viaducto Avellaneda. Tenía dos visibles golpes en la cabeza y en el interior de su casa estaba todo revuelto. Por eso, los investigadores creen que al anciano lo mataron en un intento de robo, aunque ayer no estaba claro si el o los autores del crimen lograron llevarse algo de valor.

Aldo Rubén Racamato era soltero, jubilado petroquímico y vivía solo en Urquiza 4134. Tanto familiares como vecinos de la cuadra coincidían ayer en que era una persona por demás de reservada, más bien retraída, que no solía hablar mucho y menos de sus cuestiones personales. Esa forma de ser es la que ahora deja desconcertados a sus pocos allegados. "No contaba nada. No sabemos nada de lo que hacía, porque hablaba lo justo y necesario", contó uno de ellos al tiempo que la policía trabajaba en la escena del crimen.

Las últimas personas con las que compartió la vivienda ubicada en lo que se denominó alguna vez barrio Jardín (hoy barrio Viaducto) fueron sus padres. El único familiar directo que tenía era Lucía, su hermana de casi su misma edad. La mujer mantenía con Aldo un contacto permanente, ya sea por teléfono o por las visitas que el hombre solía realizar tanto a ella como a sus dos sobrinas.


Las persianas bajas
Hacía unos tres días que Lucía no sabía nada de él. Por eso decidió llamarlo por teléfono. Pero Aldo no respondía. Hasta que ayer optó por comunicarse con Carmen, una señora que comparte su patio con el viejo garaje de la casa de Racamato. Esta mujer también marcó el número de su vecino y como tampoco recibía respuestas se llegó hasta la puerta de casa. La vivienda estaba con sus persianas bajas y tampoco hubo respuesta al tocar el timbre insistentemente.

Fue entonces que Lucía se comunicó con sus dos hijas y les pidió a sus maridos, quienes tenían copia de las llaves, que se dieran una vuelta para ver qué sucedía. Norberto Ferrari y Gabriel Espósito llegaron cerca de las 13.30 y apenas abrieron la puerta de calle se encontraron con el peor panorama. Aldo yacía en el piso del pequeño comedor en medio de un charco de sangre. Estaba vestido y la casa estaba todo revuelta. Un montículo de papeles surgía sobre la mesa y también estaban abiertos todos los cajones. "No tocamos nada. Enseguida nos dimos cuenta de lo que pasaba. Así que cerramos y llamamos a la policía", señalaron a La Capital .

La investigación del hecho está en manos de la seccional 7ª y de la Brigada de Homicidios, con intervención directa del juez de Instrucción Nº9, Carlos Carbone, quien arribó al lugar para ponerse al tanto de la pesquisa. El magistrado y los funcionarios policiales examinaron el cadáver de Racamato y la casa. Según trascendió ayer, ninguna puerta o ventana habían sido forzadas. Por lo tanto se especulaba con que el o los ejecutores del crimen hayan gozado de cierta confianza de parte de la víctima. De hecho, al momento de descubrirse el cadáver, la puerta de calle estaba cerrada con llave.

Las primeras pericias realizadas en el lugar establecieron que la víctima llevaba muerta al menos 24 horas. Y que presentaba golpes en la frente y en la nuca con un objeto que no fue encontrado. Los investigadores esperaban los resultados de la autopsia para confirmar si el deceso se había producido por esos impactos. Los detectives comprobaron que el anciano vivía en condiciones de higiene muy precarias y que la casa en general presentaba un estado de abandono.

Ferrari y Espósito contaron que vieron por última vez a Racamato el 15 de agosto. "Vino a comer un asado con nosotros, que somos los maridos de sus sobrinas. Era un tipo muy reservado, de pocas palabras. No había diálogo fluido. Era como que estaba pensando permanentemente que era una molestia. A las chicas las quería mucho, y nosotros también lo apreciábamos, aunque era medio ermitaño", remarcaron.

"Realmente no sabemos si le robaron algo de valor, porque desconocemos si tenía dinero o joyas guardadas. Nunca nos contó nada. A simple vista no se llevaron nada de valor", contaron. El descubrimiento del crimen no alteró demasiado la tranquila y fría tarde en el ex barrio Jardín. Los pocos vecinos que salieron a la vereda alertados por la llegada de los móviles policiales seguían los movimientos de los investigadores desde una distancia más que prudente.

Nadie se agolpó frente a la casa de Racamato a busca de una imagen macabra, a pesar de que desde la vereda, y a través de la puerta de calle que quedó abierta, podía verse el cuerpo del anciano con su cara ensangrentada. Los habitantes de la cuadra coincidían con los sobrinos políticos de la víctima. Aldo era de pocas palabras y no solía conversar con nadie. A veces se lo solía ver barriendo la vereda, pero nada más.

A cargo de los insalvables chismes de barrio, algunos decían que el hombre de vez en cuando llevaba mujeres o "gente extraña" a su casa. Los más memoriosos recordaban en la gélida tarde de ayer un incidente que sufrió Racamato un par de años atrás, cuando el frente de la casa donde vivió hasta ayer amaneció manchado con baldazos de aceite o alquitrán
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El cuerpo de Aldo Racamato fue retirado de su casa de Urquiza al 4100.

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