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 sábado, 27 de agosto de 2005  
Política universitaria. Aulas superpobladas, postergación salarial e insuficiente jerarquización de la profesión docente, las demandas pendientes de resolver
Muchos alumnos, pocos docentes
En una década, la matrícula universitaria creció un 89 %, mientras que los cargos de profesores se incrementaron en un 14 %

Matías Loja

Aulas superpobladas, postergación salarial e insuficiente jerarquización de la profesión son algunas de las consignas que los profesores universitarios consideran pendientes de resolución. "Se atiende a una población que casi se duplicó sólo con un 14 por ciento más de cargos, y así no puede funcionar la universidad", describía hace unos meses la titular de la Federación nacional de docentes universitarios (Conadu) Anahí Fernández, en referencia a la enorme asimetría cuantitativa existente entre profesores y alumnos del escalón más alto de la educación pública argentina.

Según datos del Censo Nacional Docente realizado el año pasado, en la última década la cantidad de educadores a nivel nacional había aumentado un 25,2 por ciento, al punto que al día de hoy son 826.536 los trabajadores que se desempeñan en escuelas públicas y privadas. Este informe, sin embargo, no abarcaba el nivel superior de la enseñanza el cual, a juzgar por datos de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) dependiente del Ministerio de Educación de la Nación, también ha sufrido modificaciones a lo largo de los últimos años.

Así, mientras que para el año •94 en el total de las universidades nacionales argentinas había 96.576 cargos docentes, los últimos datos oficiales indican que existen en la actualidad 110.286 cargos (pertenecientes a 77.321 personas), lo que indica que en el último decenio la planta docente aumentó en un 14,19 por ciento.

Pero por otro lado, si se compara esta cifra con el crecimiento de la matrícula estudiantil se advierte una enorme brecha. Según el Anuario de Estadísticas Universitarias de la SPU, en el año 2003 había 1.278.284 jóvenes cursando en alguna facultad pública del país, lo que representa un 89,4 por ciento más que los 674.868 alumnos de una década atrás.

"El tema es que con el aumento de la matrícula estudiantil, y el casi nulo incremento de los cargos docentes, lo que sucede es que termina habiendo una mayor carga de alumnos sobre un número cada vez más chico de profesores", explica José Dotta, secretario general de la Asociación gremial de docentes e investigadores de la UNR (Coad), y agrega que "esto se ve sobre todo en los primeros años, en donde hay clases con 500 o 600 personas, lo cual termina a la larga distorsionando la calidad de la enseñanza que se imparte, porque impide un modo más personal y directo de relación con el alumno".

Si bien el dirigente gremial considera que se debe atender el fenómeno, se manifiesta en contra de todo tipo de restricciones al ingreso como respuesta. "Hay que discutir seriamente alternativas para enfrentar esta situación, pero no me parece que restringir el ingreso sea la solución", señala Dotta.

En la casa rosarina, el fenómeno ha sido similar a las del resto del país. Es que mientras la cantidad de estudiantes trepó un 46 por ciento (pasaron de 51.632 en 1994 a ser 75.380 el año pasado), el aumento de la cantidad de cargos docentes fue "mínimo para una planta docente totalmente insuficiente", tal como manifiesta el informe presentado el año pasado por la comisión ad-hoc de la Asamblea Universitaria para el análisis de la política presupuestaria de la UNR, en el que se detalla, por ejemplo, que entre 1998 y 2002, los cargos docentes aumentaron sólo un 2,5 por ciento.

De acuerdo a cifras de la Secretaría de Políticas Universitarias, actualmente 5.787 docentes (en 9.127 cargos), cumplen tareas de docencia en la universidad local. La diferencia se explica porque hay profesores que poseen cargos en más de una facultad.


Simples y ad honórem
Otro dato importante es la dedicación de los profesores, que en función de la carga horaria pueden ser exclusivos (40 horas semanales de enseñanza e investigación), semi-exclusivos (20 horas semanales) y simples (10 horas). Si bien la mayoría de los profesores de educación superior son hombres (el 52 por ciento, aunque en la Tecnológica, 7 de cada diez docentes son varones), un dato a tener en cuenta es que la relación se invierte a medida que baja la dedicación (las mujeres son mayoría entre los cargos simples y minoría entre los exclusivos).

Aún así, hace diez años atrás, del total de la planta docente nacional, el 12,13 por ciento era exclusivo, el 21,52 era semi exclusivo y la gran mayoría, un 66,35 por ciento, tenía dedicación simple. Hoy la situación es prácticamente similar (13,1, 20,9 y 66 por ciento, respectivamente), lo que evidencia que, tras una década de cambios y transformaciones educativas, aún son los docentes de menor dedicación (y por ende menores ingresos) los que sostienen la enseñanza superior.

Con respecto a las dedicaciones docentes, distinta es la situación que se refleja en los países vecinos, ya que según información de la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM), en las universidades brasileras el 85 por ciento de la planta docente es de dedicación exclusiva, mientras que en la Universidad de la República Oriental del Uruguay, entre exclusivos y semi-exclusivos llegan a ser el 66 por ciento del total.

En la UNR, de las casi 6 mil personas ejerciendo la docencia, el promedio de exclusivos es del 15 por ciento, incluyendo a los cargos pertenecientes a investigadores y becarios de la UNR y el Conicet. No obstante, la cifra es bastante dispar según cada facultad. Así, al tiempo que hay unidades académicas que superan la media, como Bioquímicas (40,4) y Agrarias (35,7), otras se encuentran por debajo de la misma, como Psicología (5,1) y Odontología (6,1).En el otro polo, los simples representan un 53,3 del total, aunque en hay facultades como Derecho (88,7) y Ciencias Económicas (72) con un elevado porcentaje de este tipo de cargos.

Por otro lado, un párrafo aparte merece la situación de aquellas personas que ejercen tareas docentes en las facultades pero que no cobran remuneración alguna por tal labor. Este tipo de profesores, denominado comúnmente como ad honórem, ha ido ganando terreno a lo largo de los últimos años, lo que ha determinado que su presencia se haya prácticamente naturalizado en la mayoría de las universidades públicas del país. En la UBA, por citar un ejemplo, existen casi 11 mil docentes ad honórem, número significativo si se lo compara con los 28.500 profesores rentados que tiene la principal casa de altos estudios del país.

Según datos de agosto de 2004, son 751 personas que revisten en la condición de ad honórem en la UNR, la mayoría de los cuales se concentran en las carreras de un perfil de tipo más "profesionalista", como medicina (321) derecho (151) y odontología (90).

Los motivos por los que una persona decide ingresar a la docencia ad honórem son variados. Algunos lo hacen por vocación, otros como una forma de retribuirle a la universidad pública en la que se formó y otros por el prestigio social (y la importancia en el currículum) que da el enseñar en la educación superior. En esta condición laboral, revisten también aquellos que, obteniendo sus ingresos principales gracias al ejercicio de su profesión, deciden practicar la docencia de manera gratuita o con una escasa remuneración. Aún así, hay también un número importante de personas que realizan este tipo de tareas con la esperanza de, en un futuro, poder ingresar en la carrera docente mediante concurso.

Asimismo, si se le añade a este panorama distintos informes de los últimos años publicados por la Conadu, que demostraban como casi un 86 por ciento de los cargos docentes percibían una remuneración que estaba por debajo de la línea de pobreza, puede decirse que la actividad se halla entre los niveles más bajos del sector público en cuanto a su situación contractual.

En este sentido, vale mencionar la serie de reclamos que por estos días llevan adelante los docentes universitarios, como el blanqueo de sumas no remunerativas (comúnmente llamadas "en negro", porque no aportan a las obras sociales ni al sistema provisional), y que en los cargos más elevados llegan a ser del 30 por ciento; y el pedido de un cronograma de recomposición salarial con un cargo testigo (ayudante de primera semi exclusivo, equiparable a la labor de un maestro de grado) que pase de los 450 pesos actuales a alcanzar la media canasta básica de alimentos (790 pesos según el Indec).
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Aseguran que la superpoblación de alumnos distorsiona la calidad de la enseñanza impartida.

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