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 domingo, 14 de agosto de 2005  
Circuitos porteños: panorama desde la plaza San Martín
Desde sus calles arboladas puede recorrerse el esplendor histórico de los edificios que la rodean

Vilma Lilia Osella

La historia es larga y no es el caso. La plaza San Martín, que cobra ese nombre en el centenario del nacimiento del prócer (1878), fue transformada y convertida en un bellísimo paseo por el arquitecto y paisajista francés Carlos Thays, el mismo que diseñó el Parque Independencia en Rosario. El artista, con su exquisito gusto y sus predilecciones naturistas, contribuyó de manera fundamental en la transformación de la plaza. Así, jacarandáes, tipas, tilos, palos borrachos y magnolias la predisponen atractiva: su fastuoso entorno edilicio, sus esculturas y la proximidad con la calle Florida, la convierten en un paseo imperdible.

El preponderante es el monumento al General San Martín y a los Ejércitos de los Andes. Realizado por el escultor francés Louis Joseph Daumas, fue el primer monumento ecuestre de la Argentina. Arquetípico, ya que en otras plazas del país, se repite la misma figura. A principios del siglo XX (1910) el escultor alemán Gustav Eberlein realizó un basamento que elevó el monumento y se completó con cuatro grupos escultóricos que representan "Partida hacia la guerra", "La batalla", "La victoria" y "El regreso del vencedor". La escultura del frente del monumento representa a Marte y una serie de bajorrelieves recuerdan diferentes batallas de las luchas por la independencia de Argentina, Chile y Perú.

Si uno cruza la vereda puede visitar el Círculo Militar, cuya construcción semeja al Palacio del Louvre. Fue la residencia del fundador del diario La Prensa, José C. Paz. Consta de planta baja y cuatro pisos y su hall central y recepción son una réplica del Palacio de los Inválidos, de París. Funciona aquí el Museo de las Armas, fundado por Julio Argentino Roca.

Una historia de venganzas y menos formal une al Kavanagh con el palacio Anchorena: es que Corina, su ideóloga, enamorada de un Anchorena, fue rechazada por su familia por no provenir de una familia patricia. La joven, despechada, mandó construirlo de modo tal, que desde la casa, esta otra patricia familia porteña, no podía ver el sitio que había sido construido para bóveda familiar: la Iglesia del Santísimo Sacramento, de bellísima resolución.

El Palacio San Martín, actual sede ceremonial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, fue hasta 1936 residencia de la familia Anchorena que lo habitaba con 150 sirvientes. El proyecto fue realizado por el arquitecto Alejandro Cristophersen hacia 1906 y se trata de un solo edificio con tres residencias independientes en torno a un hall central. El eclecticismo característico de Cristophersen se manifiesta aquí y se conjugan elementos del academicismo francés y del estilo borbónico.

Es de destacar la fachada de la nueva sede de la Cancillería, un "curtain wall" que busca un diálogo con el palacio, a base de los reflejos en los cristales y su remate amansardado de indudable filiación posmoderna.

En la barranca natural que se cae a Leandro N. Alem, puede observarse el cenotafio que recuerda a los caídos en la guerra de las Malvinas de 1982. La vista aérea de este predio representa el teatro de operaciones del Atlántico Sur. Dicho cenotafio consta de 25 placas de granito negro con los nombres de los 649 soldados que perdieron la vida durante el conflicto armado y 25 escudos (uno de cada provincia, otro del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el restante, el nacional).

En el ala izquierda se observa la silueta de las islas Malvinas y sobre éstas una lámpara votiva, símbolo del eterno recuerdo. Alrededor del mástil, el trazado del piso simboliza la escarapela nacional con sus lajas de dos colores, y a la entrada una cruz realizada en laja negra. Lo custodian las tres fuerzas armadas nacionales (marina, tierra y fuerza aérea), como también el Regimiento de Patricios y el de Granaderos General San Martín.

Nadie que merodee la zona podrá resistirse a pasear por la calle Florida, recorrer sus galerías, tentarse con sus ofertas expuestas en lujosas vidrieras . Al recalar en la intersección con la avenida Córdoba, la Galería Pacífico y el Centro Cultural Borges permiten contemplar los impecables murales de famosos plásticos argentinos, las muestras permanentes y la fuente que reina en el lugar.
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Una barranca natural desciende desde la plaza hacia Leandro N. Alem.

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