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 domingo, 14 de agosto de 2005  
Un censo en el barrio toba muestra la extrema pobreza
Es el barrio donde viven los cuatro nenes que esta semana amanecieron a la intemperie. Advierten riesgo alimentario

Desocupados o definitivamente sin actividad, y en un escalón superior, los cirujas y quienes hacen changas. Las mujeres comandan los grupos familiares y en su mayoría son beneficiarias de los 150 pesos mensuales de los planes sociales: el mayor ingreso de la población. Los chicos de entre 0 y 4 años -el mayor porcentaje de los habitantes-, están en riesgo alimentario; sólo almuerzan en los comedores escolares o comunitarios. Y el grueso de la comunidad apenas terminó el primer ciclo de la primaria.

Es una radiografía del barrio toba, conocido como El Piso, y ubicado en Travesía y Juan José Paso. Es una vecindad de un millar de personas y de donde son oriundos los cuatro niños, de entre 10 y 13 años, que amanecieron esta semana durmiendo a la intemperie en la vereda de la Facultad de Bioquímica.

Un grupo conformado por antropólogos y lingüistas realizó allí, junto con asociaciones de la zona, un censo de población y una encuesta de calidad de vida. Abordaron a 186 familias y delinearon la postal de la pobreza crónica que padece esta comunidad que también habita el barrio El Puma, Juan B. Justo y Ludueña, y en zona sur, en Rouillón y Bulevar Seguí. Los académicos que lo dirigieron -Patricia Pognante, Paula del Río, María del Rosario Fernández y Rodolfo Hachen- pertenecen al departamento de Etnolingüística de la Escuela de Antropología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

El problema de los niños a la intemperie desempolvó el último censo, de 2002, que no sólo no ha perdido actualidad sino que, para Pognante -la única del equipo que sigue en contacto permanente con la comunidad ya que trabaja en la escuela Nº1.344 del barrio- "desde que se terminó el informe a hoy, el panorama empeoró".

La antropóloga y docente sostiene que "el mangueo", tal como llaman los chicos a la mendicidad, "sigue siendo una estrategia de supervivencia que desarrollan todos los niños de la zona". Y ese trabajo infantil es la causa por la cual la mayoría de ellos suelen amanecer en la calle, como sucedió esta semana con Fernando (13), Daniel (12) y dos mellizos de 10 años.

"Aquí se difunden mucho los derechos del niño, se les enseña a los chiquitos de zonas marginadas con el sentido de concientizarlos desde edad temprana. No jorobemos, los adultos debemos proteger a estos niños en riesgo alimentario y con escolaridad incompleta. Obviamente hablo de los adultos que no viven en pobreza extrema ni están desocupados como los de esta comunidad donde el 70,4% no tiene ningún tipo de ingreso o percibe como máximo 150 pesos ", remarca Pognante.

Los investigadores sólo abordaron a la población que aceptó participar, con 92 preguntas sobre más de 200 variables como población, migraciones, viviendas y servicios, condición laboral, economía familiar, y alimentación, entre otros.

Así, lograron ingresar a 146 viviendas de 736 personas, un 70% de la comunidad. "El dato no es menor si se tiene en cuenta que censos anteriores fueron rechazados por dirigentes y organizaciones indígenas, por no haber sido consultados para su diseño y no haber participado como censistas", remarcó Pognante.

El barrio se compone en su mayoría de indígenas (74,3%), más que nada tobas (83,15%), el resto son criollos, hay un puñado de mocovíes (2,2%), y también mestizos, paraguayos y guaraníes.

Las mujeres son mayoría en el lugar. Hasta los 14 años el número de varones y mujeres es parejo, pero entre los 15 y los 19 se dispara el porcentaje femenino: ellas son 41 y ellos 29. "La razón es la emigración de los varones en búsqueda de trabajo, vuelven al Chaco para una cosecha y regresan, o no lo hacen nunca más. El resultado es el de mujeres solas a cargo de todos sus hijos", indica Pognante.

Otro dato interesante es que si bien la mayoría indígena nació en Chaco hay un 59,8% oriundo de Santa Fe y un 22,3% nació en este barrio. "Son rosarinos, se los cree parte del pasado del país -remarca Pognante-, pero son el presente y conservan profundamente su cultura gracias a sus propias estrategias étnicas y a la educación intercultural de la escuela, una experiencia de 13 años que el ministerio aún no reconoce como modalidad educativa".
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Las dos terceras partes de la comunidad no tiene ingresos fijos.


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