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domingo,
31 de
julio de
2005 |
Nota de tapa
Los inquilinos se rebelan
"Rosario, del 900 a la década infame", de Rafael Ielpi, es el resultado de casi
20 años de consultas en múltiples fuentes para descubrir los hechos que
definieron, según el autor, el perfil de la ciudad. Aquí un adelanto.
Rafael Ielpi
Carlos Ibarguren, lúcido memorialista del apogeo conservador en "La historia que he vivido", describe con llamativa imparcialidad el clima social de los primeros años del siglo XX: "Recuerdo que en los miserables conventillos hubo una huelga de inquilinos, cuyas familias numerosas, hacinadas en sórdidos tugurios, requirieron rebajas del arrendamiento, negándose a pagarlo. Varios propietarios, que no accedieron a tal exigencia, demandaron el desalojo de esa pobre gente, y no se me ha olvidado el lamentable espectáculo de las familias echadas con sus trastos y los niños a la calle. Esa agitación era exacerbada por la absoluta indiferencia del Gobierno, dirigido por camarillas de políticos profesionales que se perpetuaban en el mando mediante la venalidad y el fraude electoral, sin dar cabida a la voluntad de las masas populares. Con razón -apunta- el diputado Emilio Mitre dijo en un reportaje: «Hay algo mucho más grave que la cuestión política, algo más doloroso que toda ella, que es la cuestión social, la cuestión obrera. ¡Es un peligro! Esa cuestión es hoy mucho más seria que la política». Tal era el estado de ese aspecto del país en la primera década de este siglo".
La famosa huelga de inquilinos porteña de 1907 tendría su correspondencia en Rosario, al constituirse a fines de septiembre del mismo año la activa "Liga Pro Rebaja de Alquileres", que concentraría el descontento de miles de hombres y mujeres condenados "a la más inicua de las explotaciones, la del alquiler desmedido", como consignara el diario anarquista "La Protesta". El apoyo de un sector del periodismo rosarino, en especial de "El Municipio", pareció otorgar posibilidades de éxito al movimiento, que tenía como protagonistas "a los explotados que dan la sangre por el progreso nacional y el enriquecimiento particular y a quienes ni siquiera se les da el pan y el techo que necesitan", afirmaba el diario dirigido por el radical Deolindo Muñoz.
La prensa anarquista, como "La Protesta" y otros diarios como "El Tiempo", reflejarían de modo permanente la adhesión que la huelga conseguiría en Rosario. El 3 de octubre de 1907, este último señalaba que "están bien encaminados los trabajos para promover en esta ciudad una huelga de inquilinos; hoy ha sido presentado a los propietarios y encargados de conventillos un pliego de condiciones".
En realidad el documento tenía fecha 27 de septiembre y había sido redactado en una casa de Entre Ríos 1115; sus demandas se sintetizaban en una rebaja del 30 por ciento sobre los alquileres vigentes; higienización de las habitaciones de los conventillos a cargo del propietario; eliminación de los pagos por adelantado y de las garantías, y seguridad de que no habría desalojo de ningún inquilino por el hecho de haber participado de la huelga. Los inquilinos amenazaban con no pagar los alquileres hasta que sus pedidos no fuesen aceptados.
Entre el 7 y el 10 de octubre, "La Protesta" anunciaba que la huelga de inquilinos iba adquiriendo mayor dimensión. El 7 se lee: "Pasan de 30 los conventillos en huelga en la ciudad de Rosario y puede calcularse en más de un millar el número de inquilinos que toma parte en el movimiento. Son varios los propietarios que han entablado demanda de desalojo contra sus inquilinos por falta de pago". Tres días después se informa que "se han adherido a la huelga los moradores de unas 130 casas de inquilinato. El movimiento es muy compacto en los barrios de La República, Sunchales, Talleres y adyacentes. La primera ciudad importante que respondió al movimiento fue Rosario. Desde entonces hasta ahora se han venido celebrando frecuentes asambleas, todas ellas concurridísimas".
El diario consigna sin embargo algo que no era de extrañar: "Pero si bien el Rosario se distingue por sus movimientos conscientes, también se distingue la policía, dispuesta a intervenir en contra de los obreros. El domingo, el Comité Pro Rebaja de alquileres invitó al pueblo a una gran conferencia; cuando los oradores no habían concluido de hablar, hizo irrupción la policía disolviendo la pacífica reunión a sablazos...".
El elevado monto de los alquileres tenía asimismo buena parte de su origen en los fuertes impuestos municipales, aun cuando, como señala Agustina Prieto, "para las autoridades municipales, que eran en su mayor parte propietarios de los conventillos, el alza de los alquileres es solamente un signo de la época de progreso que atravesamos; la suba de los alquileres responde, de un modo casi directo, a la valorización de la tierra", como lo sostenía campantemente la Memoria anual de la Municipalidad de Rosario en 1908.
La huelga, que tuvo incluso sus momentos de duro enfrentamiento entre policía e inquilinos, como en noviembre de 1907, por la amenaza de desalojos por la fuerza, iba a diluirse paulatinamente a pesar de encendidos llamamientos como el que publicara "El Municipio" en esos días: "Sería doloroso que aquí se malograra el movimiento por la dejadez de sus habitantes. Todos estáis conformes en que el alquiler es carísimo. Pues entonces, ¿qué esperáis?". Admonición que, de todos modos, era mucho menos virulenta que la que un mes antes lanzaba "La Protesta": "¿Desalojos? ¡Agua hirviendo! Todas las armas son buenas en épocas de guerra; y nadie puede decir que no estamos en plena guerra contra la explotación y la usura. ¡A defenderse, pues!".
Pero el temor a una huelga general que aparecía como factible por el apoyo que otros gremios y asociaciones obreras habían dado a los inquilinos, hizo que tanto el diario de Muñoz como La Capital dejaran de apoyar o de ocuparse del conflicto, en tanto fracasaban algunas iniciativas, como la del intendente Nicasio Vila, de construcción de viviendas populares en cuotas accesibles para los trabajadores.
El movimiento de fuerza iba a facilitar al gobierno nacional la aplicación de todos los resortes a su alcance para reprimirlo y, en lo posible, garantizar su no reiteración en el futuro, a través de la aplicación, por ejemplo, de la tristemente famosa Ley de Residencia, que permitiría la deportación de los dirigentes anarquistas implicados en la organización y difusión de la huelga.
"Terminado ese movimiento, la represión policial se hizo sentir de inmediato, y se puso en acción la Ley de Residencia, que en el año 1902 había sido sancionada por el gobierno del general Roca. Muchos fueron los compañeros deportados, entre ellos recuerdo al Negro Pérez, Antoneda, Pañeda, García de la Mata, Forcat, Tonetti y Virginia Bolten. También a mí me tocó y alcanzó la Ley de Residencia: a mis 18 años me consideró la policía un elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y del Estado y me deportaron..." (Juana Rouco Buela: "Historia de un ideal vivido por una mujer", Editorial Julio Kaufman, 1964).
La huelga, que trajo pese a todo alguna mejora en la situación de quienes vivían en los inquilinatos y conventillos de Buenos Aires y Rosario sobre todo, no conseguiría sin embargo modificar en lo substancial los problemas y deficiencias de los mismos. Recién casi una década después, en 1915, el parlamento nacional iba a aprobar el proyecto de Juan Cafferata de construcción de viviendas obreras, materializado en un porteño barrio cuya imagen iba a quedar fijada incluso en la letra de tango con aquello de "En el Barrio Cafferata,/ en un viejo conventillo,/ con los pisos de ladrillo,/ minga de puerta cancel". En Rosario, apenas superado el inicio de la década del 20 sería el proyecto denominado "La Vivienda del Trabajador" el que intentaría concretar una experiencia similar, pero de mayor calidad constructiva.
Ya comenzada la década del 20, el tema de los conventillos pasó a ser, de cuando en cuando, inquietud para algunos sectores de la sociedad rosarina, preocupados por lo inhumano de esa condición de vida tanto como porque el inquilinato podía ser fuente de pestes y enfermedades de propagación peligrosa para el resto de la ciudad. "Semana Gráfica", en marzo de 1923, se pregunta lo que muchos piensan entonces sin decirlo: "Mientras no se solucione en forma satisfactoria lo que tiene atingencia con la edificación, viviremos acechados por las enfermedades y la falta de higiene. ¿Qué haríamos si se constatase algún caso grave en uno de esos llamados conventillos, donde por falta de otra vivienda se alojan infinidad de obreros?".
La revista, aludiendo a la desidia municipal seguramente, vuelve a interrogar: "¿A que a nadie se le ha ocurrido internarse en esas casascárceles, sin aire, sin luz y sin higiene, aunque más no sea por espíritu de observación de costumbres y formas en que viven en estas naciones que se denominan "adelantadas".
Refinería sería, en ese aspecto, uno de los ejemplos más meneados por la prensa, que tomaba al barrio como paradigma de lo bueno y lo malo alternativamente. En 1910, "Rosario Industrial", bajo el título de "Del bajo fondo" (lo que ya es una definición) alude a positivos avances en las características de esa zona. Señala un adelanto en la edificación en la ciudad, que incluye a esos barrios suburbanos y consigna adelantos también en lo que hace al saneamiento e higiene de los mismos, aun cuando su comentario refleja el sentimiento de la clase poderosa hacia los sectores populares de menores recursos, a los que considera poco menos que inferiores.
"Este barrio era antes uno de los más peligrosos por su completo estado de desaseo. Por una parte sus moradores y por otra los mismos poderes comunales, contribuían con su excesiva desidia a que la falta de higiene convirtiera a Refinería en uno de los focos principales de infección. Sin embargo, hoy un paseo por dicho barrio resulta agradable. El aspecto de miseria sórdida que en otros tiempos presentaba ha desaparecido para dar lugar a que resalte lo pintoresco de aquellos lugares en los cuales vive una cantidad enorme de obreros, que poco a poco se van convenciendo de lo beneficioso que es la higiene para evitar los grandes males de que adolece la gente trabajadora" (Revista Rosario Industrial, Rosario, 1910).
De la responsabilidad de los propietarios de los grandes conventillos de barrio Refinería y de otros lugares de la ciudad, buena parte de ellos importantes miembros de la burguesía adinerada, que eran en definitiva quienes condenaban a los inquilinos a un par de letrinas nauseabundas y a una o dos canillas, no se acordaba nadie...
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