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domingo,
31 de
julio de
2005 |
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Charlas en el
Café
del Bajo
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-No sé como contar esta historia, que es mi historia, pero es también, Inocencio, la historia de tantos rosarinos, de tantos santafesinos, de tantos argentinos. Lo haré como pueda, sin vueltas, sin andar pensando en giros y términos. El jueves por la noche la novia de uno de mis hijos fue atropellada por un automóvil en la intersección de las calles Corrientes y 3 de Febrero. No voy a describir lo que se siente cuando uno escucha desde muchos metros el impacto de un vehículo dando contra un cuerpo y a los minutos alguien le informa que el arrollado fue un ser querido. Voy a tratar la angustia que deben padecer muchos en la guardia del Hospital Centenario, no por culpa de los médicos, de los que pude comprobar su vocación de servicio, sino por la falta de actitudes serias, responsables de los funcionarios pertinentes.
-Tras el accidente, el SIES, debemos destacarlo, acudió rápidamente. El personal atendió de inmediato a la chica y la derivó a la guardia del Centenario el jueves por la noche. Los médicos la atendieron con premura y nos dijeron que era necesario operarla, pero que en el hospital no podían hacerlo porque desde hacía más de veinte días, casi un mes, el aparato de rayos que está en el quirófano está roto y alguien añadió no sin indignación justificada: "Y quien sabe por cuánto tiempo más estará así".
-Los baños pertenecientes a la sala de guardia son lisa y llanamente inutilizables, el olor es intolerable y tal parece que por allí se desconoce que existe el agua lavandina.
-En el hospital tampoco había camas, de manera tal que la chica no podía permanecer en ese nosocomio y había que derivarla. A las 11 de la mañana, después de una madrugada de dolor e incertidumbre, seguía tirada en la dura camilla de la sala de guardia a la espera de una derivación. Después nos enteramos de que un señor hacía cinco días que estaba esperando en esa sala, y en las mismas condiciones, una cama en algún lugar. ¡Patético! Me dirigí alrededor de las 10.30 al primer piso del hospital a solicitar una respuesta, una aclaración como vecino y ciudadano, a hablar con alguna autoridad del hospital. ¿A usted lo atendieron?
-No.
-A mí tampoco. No había nadie, según lo que dijo el empleado que me atendió. Pero al fin al insistir sobre que alguien debía haber me dijo que esperara. Me cansé de esperar y, la verdad, me fui. Cuando ante esta lamentable realidad adoptamos con la familia de la chica la determinación de trasladarla a un centro privado, preguntamos a los médicos si el hospital tenía una ambulacia para el traslado. Nos respondieron que no, que debíamos buscar un servicio privado. Observamos entonces que la ambulancia estaba parada en la puerta de la guardia toda sucia, con la goma trasera derecha pinchada y quién sabe si el motor funciona. -Debo confesar que esta es la segunda vez en mi vida que estoy en una sala de guardia de un hospital público. La primera vez fue cuando murió mi padre. Entonces, hace ya mucho tiempo, las salas de guardia y los hospitales públicos eran otros, porque los funcionarios eran otros. Esta vez observé en todo su dramatismo la angustia de los pobres en una situación de emergencia. Una angustia doble: la del accidente sufrido y la del desamparo.
-Sería absolutamente injusto que no destacara el trabajo de los médicos y del personal. Me fui de ese lugar convencido de que si hay algo que se hace a favor de los humildes es por el amor y la entrega que ponen los profesionales que como pueden y con lo que tienen solucionan los problemas de la gente.
-Nosotros, gracias a Dios, podemos buscar soluciones alternativas a la atención pública, por eso esta columna de hoy es, con mucha humildad lo decimos, la voz de los pobres, de los desamparados, de los que nada tienen y a quienes no podemos, ni debemos ¡señores funcionarios! quitarle incluso la vida por falta de infraestructura.
-Sabemos que el gobernador Obeid desconoce (y no tiene por qué estar en todo) estas situaciones; sabemos que si se entera de esto pondrá todo lo que esté a su alcance para que, al menos, el aparato de rayos, sea arreglado cuanto antes y se puedan realizar cirugías de emergencia en el Centenario.
-A los demás, que no pierdan tiempo en justificaciones. Sigan nomás en la campaña que parece ser más importante que la salud de la gente.
Candi II |
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"En la sociedad hay un analfabetismo sexual generalizado"
Claudia Mauri
Profesora de las escuelas Nº409 y Gabriela Mistral
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La muerte golpeó en Londres
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