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 domingo, 17 de julio de 2005  
El cordobés fue el gran artífice de la proeza

David Nalbandian fue el hombre de la serie. El cimiento en el que el equipo argentino construyó uno de los triunfos más importantes (si no el más) en la historia de la Copa Davis. Quien ratificó una vez más que es uno de los tenistas más completos del mundo.

La salida a escena ante Wayne Arthurs fue el presagio de una actuación memorable. Porque poco le importó que su primer partido de la serie sufriera un corte producto de la lluvia. Es que en la reanudación fue implacable, exponiendo un nivel de juego que supo mantener minutos después cuando debió afrontar el dobles junto a Mariano Puerta. Allí también hizo de las suyas. Jugó, pegó, mantuvo la calma y ayudó, por qué no, también al zurdo a que todo fuera más sencillo de lo previsto.

¿Le faltaba algo? Sí: enfrentar al intratable Lleyton Hewitt en un punto casi decisivo. Y vaya si se tomó revancha de aquella final de Wimbledon de 2002. Vaya si se vengó del eterno partido de cuartos de final del Abierto de Australia de 2005.

Fue, sencillamente, una puesta en escena digna de aplausos. Que obnubiló al número dos del mundo para sellar el pasaporte a semifinales de la Copa Davis. Fue, ni más ni menos, que el hombre de la serie.
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