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domingo,
17 de
julio de
2005 |
Los clérigos islámicos integristas
eran bienvenidos en Inglaterra
Desde los años 80, extremistas musulmanes hallaron refugio e impunidad para su prédica del odio
Las mezquitas activas en el apoyo al islamismo más radical son muchas en Londres. O lo eran, hasta los atentados del 7 de julio. La de Finsbury Park, en el norte de la ciudad, tal vez sea la de peor fama: allí predicó por años el egipcio Abu Hamza Al Masri, veterano de Afganistán. Con residencia legal en Gran Bretaña desde 1978, donde se le concedió asilo político, Hamza fue luego procesado. Debió presentarse el 8 de julio, el día siguiente a los atentados en Londres, ante un tribunal bajo cargos de apología de la violencia e incitación al homicidio. En Finsbury Park tratan de limpiar la imagen y hablan de "un nuevo comienzo", bajo el signo de la moderación.
Desgraciadamente, Hamza y Finsbury Park no son un caso único ni aislado en la enorme y variada comunidad islámica londinense y británica. Hay muchos otros clérigos o activistas que abiertamente han incurrido en la incitación a la violencia y son sospechados de complicidad con las células terroristas. Los conocedores del tema acusan a las autoridades británicas por haber permitido durante décadas que incube el virus del odio, mediante su política de asilo político a figuras con prontuarios temibles como Hamza. Una concepción extrema de la tolerancia que, ahora se vio, lleva a pagar un precio demasiado alto.
Después de Hamza, el caso más claro es el de Omar Bakri, sirio y líder del grupo Al Muhajiroun, quien, significativamente, "pronosticó" hace unos meses un gran ataque de Al Qaeda en Londres. Vive desde hace 18 años en la capital inglesa.
Luego de los atentados perpetrados por dos británicos en Israel en 2003, comentó: "Desde hace años que nuestros combatientes van a hacer la Yihad en Bosnia, Afganistán, Cachemira, Chechenia, Palestina. Es verdad que Omar Khan Sharif (uno de los dos kamikazes británicos que se volaron en un bar de Tel Aviv en abril de 2003) fue el primer mártir británico en Palestina. Pero ha habido otros mártires británicos en Cachemira y Chechenia. Actualmente tenemos combatientes en Irak. Para nosotros es habitual. Con el martirio convalidamos que somos una única nación y que perseguimos una única causa: la victoria de la nación islámica". La fraseología de Bakri es idéntica a la de Al Qaeda. Y lamentablemente no es el único líder islamista con residencia en Inglaterra que utiliza ese vocabulario.
El sirio agregó en 2004: "Ciertamente, estas acciones de martirio podrían verificarse también en territorio europeo. La amenazas de Bin Laden se deben tomar en serio: para él Europa es un Dar el harb, un territorio de guerra". Pero por entonces Bakri puntualizó que "tenemos un acuerdo de seguridad con las autoridades europeas. Respetamos las leyes y el orden en Europa, hasta cuando comiencen a perseguirnos en tanto musulmanes". Poco después, en enero de 2005, dio por terminado ese acuerdo, "violado por el gobierno con la ley antiterrorismo" del gobierno Blair.
Una impune amenaza de guerra
En consecuencia "toda Gran Bretaña se ha transformado en territorio de guerra" y "la vida y las propiedades de los infieles ya no son intocables". Una declaración de guerra que precedió en apenas cuatro meses a los atentados del 7 de julio. Desde entonces Bakri obvió cualquier diferenciación de la red terrorista de Bin Laden: "Están obligados a seguir Al Qaeda, sus filiales y organizaciones en el mundo" arengó públicamente a jóvenes británicos de origen árabe o paquistaní.
El vice director del diario italiano Corriere della Sera Magdi Allan, quien recogió estas declaraciones de Bakri, señala que "todo esto ocurrió a la luz del sol. Públicamente. E impunemente. No obstante fuese ya probado que los dos primeros kamikazes británicos fueron discípulos de Bakri". Para Allan, la "raíz del mal está aquí".
Pero la lista no termina con el sirio. También aparece el palestino Abu Qatada, considerado el mayor "guía espiritual" del integrismo británico y europeo. Procesado y condenado en Jordania, obtuvo en 1993 el asilo político en Gran Bretaña, donde luego fue arrestado.
Estos extremistas, clérigos o laicos, han envenenado las mentes de muchos jóvenes desocupados o mal insertados en la sociedad británica. Es el caso de los dos más jóvenes del comando del 7 de julio, quienes pasaron por Pakistán y Afganistán antes de convertirse súbitamente en islámicos fervientes.
En Londres esa sociedad de inmigrantes islámicos se ha bautizado "Londistán". Habitan principalmente al norte y noreste de la metrópoli, desde Brixton a Regent's Park y Brick Lane. El sobrenombre de esta enorme comunidad, de entre 700 y 800 mil personas, dio título a un libro de investigación del estudioso francés Dominique Thomas sobre la comunidad integrista de la capital inglesa.
Thomas, como Allan, acusa a las autoridades británicas de una excesiva tolerancia, mal entendida como libertad de expresión, con estos predicadores del odio. En su libro Thomas pone en evidencia que ya en los años 90 se podía registrar el fenómeno del odio integrado en el discurso religioso islámico en Londres. De este submundo salieron las arengas de Hamza y Bakri, así como los volantes que celebran cada 11 de septiembre con imágenes de las Torres Gemelas ardiendo. De aquí también provino Zacarias Moussaui, según los norteamericanos el integrante número 20 del comando que atacó el 11-S.
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