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 miércoles, 13 de julio de 2005  
La mañana libre para recuperar energías

Fue un día de cambio de planes para la delegación de Central, que en la madrugada de ayer montó su campamento en La Cumbre. El complicado viaje hasta esta ciudad, como consecuencia de los reiterados desperfectos mecánicos que sufrieron los micros que trasladaron a la delegación canalla, trastocó el itinerario que tenía encarpetado el cuerpo técnico para iniciar los trabajos de pretemporada. Por eso, ayer por la mañana, el plantel no cumplió con el primer turno de actividades que estaba previsto. La hoja de ruta contemplaba una exigente rutina física en el camino hacia la Estancia del Rosario. Pero finalmente el profesor Horacio Vigna modificó sobre la marcha y decidió que los muchachos invirtieran ese tiempo para descansar y liberar todas las tensiones que les provocó la excursión a las sierras.

En principio, la idea que más le cerraba al cuerpo técnico era retrasar el horario de salida hacia el periplo matinal para las 9.30. Pero como el contingente arribó muy tarde al hotel y terminó de cenar entrada la madrugada, se optó por dejar que los jugadores se recuperaran toda la mañana y estuvieran bien descansados para encarar con todas las pilas la práctica vespertina. Por eso, la mayoría eligió dormir hasta cerca del mediodía y pasar de largo el desayuno. Los únicos que bajaron más temprano fueron los utileros Héctor Cardozo y Sergio Villarreal, y el encargado de seguridad Germán Mega para terminar de acomodar todos los elementos de la utilería.

Cerca del mediodía, también se los vio a José Antonio Chamot, Paulo Ferrari, Germán Alemanno y los profesores Carlos Gazitano y Julián Schinner darles duro y tupido al mate en el jardín del hotel. Mientras que el médico Francisco Campillo y el kinesiólogo Mauricio Ojeda aprovecharon la mañana libre para recorrer las calles de la ciudad.

Recién cuando se acercaba el horario del almuerzo, Ariel Cuffaro Russo y su ayudante Gustavo Falaschi abandonaron el encierro y se cruzaron hasta el kiosco de la esquina para comprar el diario. El grueso de la delegación siguió en sus habitaciones y sólo se dignó a bajar cuando el profe Vigna pegó el grito para sentarse a comer.
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