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 domingo, 19 de junio de 2005  
Hilanderas: escencia del tejido

Fabiana Monti / La Capital

Transformar los materiales que les brinda la naturaleza en hilo las convierte en protagonistas del oficio de tejer. Se trata de mujeres hilanderas, quienes, algunas por tradición y otras como autodidactas, encuentran en el uso y en la rueca herramientas que les permiten una salida laboral.

Nélida Avila vive en Rosario, pero es oriunda de Santiago del Estero. Desde chica aprendió con su madre el oficio del hilado en su provincia natal. Por más de viente años dejó la actividad, hasta que por circunstancias de la vida, pudo reencontrarse con este oficio que le fue trasmitido por tradición. "Con el hilado se pueden hacer muchas cosas, frazadas, mantas, tejidos en general. Lo que se transforma es el vellón de la oveja, o de la llama, se lo tiñe, y luego está el material para tejer", sintetiza Nélida, sin dejar de mover sus manos con el uso, un elemento utilizado por los aborígenes de la América Prehispánica. Por tradición, también su hija, de 16 años, la ayuda a hilar.

"Me puedo pasar todo el día hilando porque es una tarea que permite estar en tu casa, sin desatender el hogar", afirma Nélida, quien está convencida que es un oficio ideal para la mujer.

Gracias al apoyo del Programa de Capacitación en Oficios Artesanales y Manualidades dependientes de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, mujeres como Nélida pudieron capacitarse en esta actividad y formar pequeños emprendimientos en la provincia de Santa Fe como una alternativa laboral.

También es el caso de Claudia Datri, Liliana Soto y Karen Velázquez, de la localidad de Granadero Baigorria, quienes se agruparon bajo el nombre de Lalen para hacer del hilado un modo de vida.

Liliana, que ya era artesana, cuenta que conoció el oficio a través de una colega en una feria lo que la motivó a aprenderlo como una salida laboral ya que hacía tiempo venía peleando con la desocupación.

"El hilo es el protagonista del arte textil", reivindica Liliana, "hacemos la fibra, transformamos el vellón de la oveja en la materia prima para que después se puedan tejer las mejores prendas", asegura orgullosa, acompañada en este caso por una rueca, elemento que llegó a América de la mano de los españoles.

"Hay una vuelta a lo artesanal. Las cumbres latinoamericanas, pugnan por productos que sean ecológicos, de calidad, y eso es lo que tratamos de hacer", relata Claudia, su compañera en el emprendimiento. Si bien consiguen vender sus hilados en algunos espacios como casas de lana, talleres de tejido o particulares, las mujeres hilanderas sostienen que la comercialización de sus productos es un cuello de botella.

"En nuestro caso, nos falta un espacio como un taller para poder unir nuestro trabajo, y que pueda funcionar de un modo más organizado", aclaró Claudia.

Así, a diferencia de la Bella Durmiente que queda sumergida en un sueño profundo, estas mujeres emprenden cada día el sueño del hilado como salida laboral.
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