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martes,
31 de
mayo de
2005 |
La potestad
del piquete
Fruto de la demagogia en nuestro país, el piquete ha dejado de ser un incidente fortuito para convertirse en una práctica cotidiana con todos los atributos de un derecho natural, cuyo rango supera todas las normas que corresponden a una comunidad civilizada. Esta extravagancia metodológica adquirió inusitada entidad a partir de la negociación política del Estado con la denominada "carpa docente", precisamente en momentos en que ésta agonizaba a pesar de su pertinacia, por la falta de reconocimiento de las anteriores autoridades. Cabe señalar que el piquete no se limita al primario procedimiento de interrumpir el paso por una arteria determinada, ya que se extiende a la modalidad de la toma de una plaza pública, a la posesión de inmuebles públicos o privados por la vía de la violencia, al "escrache", a la "sentada", etcétera. El intento de reivindicar la majestad del poder en salvaguardia de los derechos constitucionales de la ciudadanía pacífica, fue protagonizada por un digno magistrado, al impedir el accionar de un grupo que pretendía bloquear un puente o ruta en la zona sur del país, lo que parece haber quedado relegado al olvido, y la medida desechada en todas las oportunidades posteriores. Lo cierto del tema es que hoy el piquete goza de absoluta impunidad, con aquiescencia del Estado que concurre con sus fuerzas de seguridad, no para reprimir como faculta la normativa legal, sino para garantizar su accionar sin mayores incidentes. Mientras tanto, la ciudadanía pacífica debe correr con todos los costos que estos desmanes provocan.
LE 3.166.879
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