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 martes, 31 de mayo de 2005  
Despabilémonos argentinos

He tenido la suerte, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, de recorrer buena parte de Europa, la cual estaba totalmente destruida. Y recientemente he vuelto. ¡Qué distinta! Pareciera que no hubiese pasado nada. Quiero a mi Patria y, con dolor, observo que los europeos tienen lo que a nosotros nos falta: nacionalidad. Tal vez sea por falta de cultura (que muchos políticos se preocupan que no se tenga, así es más fácil manejar las masas), pero realmente es preocupante cómo retrocedemos. He conocido el caso de dirigentes gremiales en Europa que rechazaron parte de un aumento salarial para sus afiliados porque eso iba a originar una inflación. Y aquí se pelean los más altos dirigentes por quién tiene más poder y sólo por eso. Para mí, como ciudadano, es intolerable que el señor presidente tenga desplantes a doquier y esté rodeado de obsecuentes que dicen sólo lo que él quiere oír. Ejemplos de desplantes: la espera en antesala a la señora más rica del mundo, quien después de 40 minutos se retiró; la vuelta a su hotel luego de 2 horas de espera de los reyes de España, en la ceremonia de inauguración del Congreso de la Lengua; su opinión contraria a la de los miembros de la Suprema Corte, entrometiéndose como Poder Ejecutivo dentro del Poder Judicial (aclaró "que no le importaba lo que fuesen a decir porque él hablaba como ciudadano", pero él no puede despojarse de su investidura cuando le parece bien) y darle la espalda al Papa cuando éste asumió su mandato, la fotografía de esto recorrió Europa y aquí no se conoció. Todo esto se "justificó" en alguna forma, ¿pero alguien lo cree? Finalmente, dice que las elecciones de octubre serán un plebiscito a su mandato. Que necesita total apoyo para sus futuras acciones y que si no lo tiene será todo un caos. Esto es gravísimo, porque me trae a la memoria las expresiones que han tenido siempre los que después resultaron dictadores. Ruego a Dios que todos piensen bien lo que van a votar en las futuras elecciones. Después no nos arrepintamos. Somos nosotros mismos los culpables de que la Argentina no esté en el lugar en que debería estar. Recordemos que se acabó la época del pan dulce y las alpargatas.

Carlos A. Menéndez


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