|
martes,
31 de
mayo de
2005 |
Vecinos y
basura
Nunca falta algún vecino que sin ponerse colorado arroja una enorme cantidad de ramas en la casa de enfrente (esa que se alquila). Lo de "ponerse colorado" es una presunción, porque tiene gran habilidad para que nadie lo vea. Casi automáticamente y como respondiendo a una tácita consigna, los "carritos" empiezan a arrojar allí maderas, chapas, muebles rotos, animales muertos, telgopor y todo cuanto han recogido en otros lugares (previo un módico pago). De esa manera, en un par de días, el sitio se convierte en un primoroso basural. Felizmente, siempre está quien en la cuadra, de su propio bolsillo, le da unos pesos a alguien (que suele ser uno de los mismos que tiró basura) para que la lleve a otro lado. Y ni hablar de los dueños de casas más alejadas que dejan las bolsitas en nuestra vereda y, como no es cuestión de que se tomen el trabajo de cerrarlas, los residuos terminan desparramados a manera de artística decoración. El toque magistral lo dan esos que en un alarde de "viveza criolla" sacan la basura el viernes, fuera de horario y encima la dejan también en nuestra vereda; de manera que, debidamente esparcida por perros y cartoneros durante todo el sábado y el domingo, nos hace aparecer como impresentables ciudadanos, por lo que no tenemos más remedio que acondicionar y entrar los desperdicios de otros. Son algunas de las deliciosas actitudes que, en relación a la basura, distinguen a ciertos vecinos de nuestras principales ciudades.
Edgardo Urraco
enviar nota por e-mail
|
|
|