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 sábado, 28 de mayo de 2005  
Yo opino: la fraternidad, un nuevo desafío

María Clara Pividori

Libertad, igualdad... ¿qué pasó con la fraternidad? Esta semana recordamos tiempos de revolución, cambio, renovación. Hoy gozamos casi inconscientemente de libertades y valores que la humanidad alcanzó gracias al sacrificio, el esfuerzo y la lucha de muchos. Valores como la igualdad, la libertad, el respeto a la diversidad y a cada individuo están inmersos en nuestros sistemas políticos, sociales, de gobierno y, aunque no siempre puedan ser respetados en un 100%, son los pilares de la formación ciudadana. Pero me preguntaba: de aquellos ideales de la Revolución Francesa, ¿qué pasó con la fraternidad?

Puede ser esta una invitación a una nueva "revolución", a cambiar, a forjar ciudadanos, hombres, mujeres, niños, ancianos, a transformar las ciudades en todos sus aspectos bajo la mirada de la fraternidad. ¿Por qué no? Muchos nos dicen que nosotros, los jóvenes, somos los "hijos de la democracia", que nacimos en libertad y nos formamos en ella, la llevamos arraigada en nuestros corazones.

¿Por qué no hacer crecer una generación de "hijos de la fraternidad"?

La fraternidad, así como los otros ideales, también se refleja en todos los aspectos de la vida del hombre. Pero la escuela es un espacio más que propicio para fomentarla, difundirla y practicarla. ¿Cómo? Invitemos a todos: alumnos, docentes, tutores, directivos a conocer

y a hacer la experiencia de poner en práctica la Regla de Oro, que está presente prácticamente en todas las religiones y culturas: "Hacer a los demás lo que te gustaría que te hagan a vos y, no hacer a los demás lo que no te gustaría que te hagan a vos".

Este concepto se basa en la convicción de que todos los seres humanos somos hermanos. Esto en la escuela se puede trabajar mucho, no sólo como contenido teórico, sino también práctico, a través de estos conceptos:

u Entender a la fraternidad como unidad en la diversidad, la que determina nuestro modo de ver a los otros y de actuar con los otros.

u La heterogeneidad no debe ser vista como una dificultad, sino

como una riqueza.

u Cada clase es una comunidad de aprendizaje, que se construye y reconstruye a cada momento, en la medida en que sus miembros se relacionan guiados por la Regla de Oro.

u Es imprescindible dejar de lado el individualismo, para alcanzar un aprendizaje colaborativo, aprendizaje en grupo: es mejor que la suma de los individuales. No se aprende sólo para satisfacer las inquietudes individuales, sino para colaborar con el grupo, aportando conocimientos, inquietudes y capacidades.

u Esto exige una experiencia de diálogo: aceptar y valorar la opinión del otro; un diálogo no como una influencia unidireccional, sino con el enriquecimiento de ambas partes; escuchar y ser escuchado; comprometerse con la verdad.

u Es importante también buscar resaltar lo positivo, esforzarse por comprender la actitud, teoría o acción del otro. Las críticas y discrepancias deben ser expresadas como un aporte constructivo, evitando la descalificación, ironía o burla.

u Opinar con la humildad de aquel que sabe que siempre tiene algo que aprender.

Es difícil, pero no imposible. Y siempre habrá que recomenzar, empezar de nuevo. Pero algo que puede ayudarnos a liberarnos de todo prejuicio es tratar de mirarnos con ojos nuevos, olvidar lo pasado y mirarnos como si fuera la primera vez, dándonos la posibilidad a nosotros mismos y a los demás de recrear nuestro modo de pensar y

relacionarnos, de empezar de nuevo, de ser libres y capaces de cambiar.

También, este concepto de fraternidad puede ser llevado, a través de la escuela, a otros ámbitos: el barrio, el club, el ciber... todos. Y de a poco se irán renovando las relaciones: podremos transformar a la sociedad entera. No es fácil, pero ¿quién les dijo a los grandes hombres del mundo que luchar por sus ideales era tarea sencilla?

Esta es la propuesta que nos hace Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, a través del Movimiento Político por la Unidad. Nosotros creemos que sí se puede vivir en una ciudad más fraterna, y la escuela es una herramienta fundamental para alcanzarlo.

Sólo si los hombres entendemos que somos hermanos, que hemos nacido el uno para el otro y actuamos consecuente a ello, lograremos alcanzar la sociedad que tanto anhelamos.

(*) Tiene 17 años, es de Rosario e integra el Movimiento Chicos por un Mundo Unido ([email protected])
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