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sábado,
28 de
mayo de
2005 |
Tiempos de
inmoralidad
Decía José Ingenieros: "La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad". ¡Cuánto honor tributa a la frase la ex polifuncionaria María Julia Alsogaray! Desde que incursionara en la función pública de la mano del menemismo, todo su accionar ha estado teñido de frivolidad y soberbia, y notoriamente sometiendo a sus argucias la debilidad de quienes detentan el poder. Un gobierno marcado por la mediocridad sólo da cabida a los mediocres y, desgraciadamente, son los que más abundan en el ejercicio y funcionalidad de la cosa pública. La ex secretaria de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable es una fiel exponente, porque si se ha mantenido en la cúspide ha sido por su sádico personalismo y no por su eficacia siempre cuestionada y sospechada de irregularidades. Si ha logrado eludir y salir airosa de fundados cuestionamientos no ha sido por inteligencia y sagacidad sino por complacencia y permisividad. Los casos que se ventilan y que la tienen como cabeza visible son eslabones de una cadena que siempre ha resistido los embates por la endeblez e ineficacia en que se asientan hoy las instituciones de la República. Duele decirlo, pero no es el nuestro un país serio y ello nos ha llevado a ser dependientes de oportunistas y aventureros que aprovechan su vulnerabilidad. El asombro es cosa de todos los días, sólo que a veces cobra dimensiones inusitadas. Desde todos los sectores de la sociedad y por todos los medios debe repudiarse a estos "personajes" que se suman a una interminable caravana de degradación y caradurismo político.
Olga Ponce
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