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 domingo, 22 de mayo de 2005  
Daba lo mismo
El descendido Argentino perdió con Laferrere

Elbio Evangeliste / Ovación

Un partido con cero motivación. Con una carga de angustia importante. Con los nervios a flor de piel. El descenso a la Primera C así lo quiso. Provocó eso y muchas cosas más que casi ni valen la pena ponerse a enumerar. Lo concreto es que Argentino, con la pérdida de categoría como destino, salió a exhibirse por última vez en casa. Con técnico nuevo (Miguel Fullana), a quien nada se le podía pedir. Si enfrente no hubiese estado Laferrere hubiera dado lo mismo. Al fin y al cabo el único partido que tenían por jugar los muchachos del salaíto era consigo mismo. Y también lo perdieron. En los 90 minutos el albo cayó por 2 a 0 frente al verde (zafó de la promoción). En lo emocional estuvo cerca de la goleada.

El Olaeta no fue el mismo que el de otras tardes. A nadie extrañó el aliento permanente de la barra, pero el resto tuvo otro gusto. Otro semblante. A muy pocos les importaba si una jugada no era resuelta de la mejor manera. Si los defensores fallaban groseramente o resolvían con gran sutileza. Si los del medio quitaban y creaban en la misma proporción. Si los de arriba se mostraban incisivos o inoperantes. Daba los mismo.

Dicen que muchas veces el silencio vale más que mil palabras. Ni más ni menos. Porque el lamento no fue para nada pronunciado luego de que Pizela apareciera solo en el segundo palo para poner el 1 a 0 cuando se llevaba jugado tan sólo un minuto. Porque el único que protestó con la expulsión -tardía si se quiere- de Formica, a los 19' del primer tiempo, fue el propio Guille. Porque al ¡uh! le faltó fuerza cuando primero Ramírez y después Sandro Sánchez estrellaron sus remates en el travesaño cuando el partido aún estaba a tiro.

Un gol abajo y con un hombre menos era demasiado para este castigado Argentino. Lo entendieron los jugadores, pese al esfuerzo. Lo entendía la gente. Esa misma que ignoró por completo el cabezazo letal de Cafferata (8' del complemento). Que hizo la vista gorda con la expulsión de Sandro Sánchez (roja directa) a 20 minutos del final.

Ya era menos partido que antes. Por eso los minutos que faltaban sólo sirvieron para que el duelo terminara de elaborarse. Claro, en el rincón más íntimo del orgullo salaíto todos hubiesen querido que la despedida del Olaeta fuera con un triunfo. Pero desde adentro, y hasta resulta entendible, se hizo poco para lograrlo. Igual desde afuera nadie recriminó nada. No por indiferencia ni a manera de reproche. Es que ambas partes entendieron que el momento es difícil. Tuvieron demasiado en claro que a esta altura cualquier cosa daba lo mismo.


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