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domingo,
22 de
mayo de
2005 |
Opinión: ¡Qué lástima!
Luis Alberto Yorlano / especial para La Capital
Hace varios años que de distintos sectores vienen pidiendo a las autoridades que la selección nacional juegue las eliminatorias en Capital Federal y en las ciudad más importantes del interior del país. En los últimos meses el presidente de la AFA, Julio Grondona, dijo que "por la idiosincrasia de los hinchas se hace muy difícil". Y tiene razón. En Córdoba se puede jugar porque hay un estadio municipal; igual que en Mendoza, Salta o Mar del Plata, donde ninguno de los clubes de esas ciudades sienten la localía. ¿Pero cómo se hace para traer la selección a Rosario? ¿En qué cancha juegan? Si lo hacen en Arroyito, sus barrabravas creerán que son locales y terminarían ocurriendo los mismos hechos realizados por sus similares de Newell's en el partido que por los cien años de la Asociación Rosarina de Fútbol jugaron en el Coloso los seleccionados Sub 20 de Argentina y Chile en la noche del miércoles 11 de mayo.
A pesar de los días que han pasado, sigo recibiendo quejas por los muchos que fueron a vivir una noche de fútbol en familia, como siempre se da cuando juega la selección. Hasta yo me siento dolido. Con la mejor intención y con el solo objetivo de llenar la cancha, el presidente de la Rosarina, Mario Giammaría, me dio muchas entradas que con gran placer las hice llegar a amigos y familiares. Muchos de estos últimos, fundamentalmente las mujeres, iban por primera vez a un partido de fútbol y estoy seguro que fue el último. Fueron testigos, de las miradas amenazantes de estos matones parados en los accesos con el fin de individualizar a los que tenían camisetas de Central o los que tenían algo de azul y amarillo.
Me cuentan que se paseaban por la tribuna norte, la del palomar, en grupos de siente u ocho y cuando veían a alguien, de cualquier sexo, vestido con algo de color similar a lo auriazul, o porque eran conocidos hinchas canallas, los sacaban a las trompadas fuera del estadio. Y de esto que cuento, lo informé a Giammaría, porque cuando apenas había terminado el partido, y al recibir por distintas vías las quejas de la gente, se lo comuniqué rápidamente y él me dijo que había sido un éxito y que habían asistido más de 33.000 personas. Es decir, sabía poco de las vicisitudes vividas por una buena parte de los asistentes al partido. Estoy seguro que tomaron conciencia cuando el día viernes leyeron los diarios porteños, cuando en uno de ellos concluyeron la nota diciendo "¿volverá una selección a Rosario?".
Les aseguro que el director del Prosed (Programa de Seguridad Deportiva) Javier Castrilli ya conoce del tema y en los pasillos de la AFA no faltaron palabras de desaprobación a una nueva visita de una selección en Rosario. Y todo esto por 200 hinchas de nadie, que tienen como objetivo lo delictivo, y que saben aprovechar zonas liberadas, involuntariamente o por interés no se de quién, para buscar a sus víctimas al mejor estilo nazi, sin encontrar a ninguna autoridad que los detenga.
Sería bueno debatir, con los responsables de la seguridad si los uniformados deben estar donde está la gente o en el campo de juego. No quiero pensar que todo esto fue por la negativa de la Asociación Rosarina de Fútbol de pagar a 120 uniformados más. Les recuerdo que casi todos entraron gratis y el resto pagó 1 peso.
!Qué lástima! Se equivocaron de nuevo. En vez de estar con la gente, eligieron la comodidad de estar entre los alambrados y dejaron a las fieras que hicieran lo que se les antojara. l
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