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 domingo, 22 de mayo de 2005  
Voluntades en venta, ¿conciencias distraídas?

Carlos Duclós / La Capital

Muchos hombres célebres prestaron atención a la conciencia, imaginada ésta como ese guía sabio y severo que señala el camino de la virtud y presta el paso de la ética. Rabelais decía, por ejemplo, que la ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma y Kant le dio otro tono al pensamiento dentro del mismo color expresando que la conciencia es un instinto que nos lleva a juzgarnos a la luz de las leyes morales. Claro que algo pudo en el ser humano ser más fuerte que la conciencia. Ese algo es el poder y el dinero.

Sino fuera porque el doctor Carlos Iparraguirre es un honesto y creíble profesional santafesino, uno pondría en dudas sus denuncias públicas sobre "compra de voluntades". Pero tratándose de quien se trata y avalada su denuncia por otras expresiones como la de "contubernio" manifestada por Jorge Boasso cuando se refirió horas atrás a esta alianza política radical-socialista, nadie puede menos que estremecerse por la realidad que se ha desvelado. Aun hasta las mentes más perspicaces quedaron estupefactas. En la convención radical, es decir en el partido que junto con el socialismo forman este frente político, se han comprado voluntades o lo que es lo mismo, se pagó para poner a unos candidatos y sacar a otros, porque quien compra paga.

Esta bochornosa actitud no sólo perfora el casco de la nave radical, sino que pega en el propio socialismo, que ha pasado buena parte de su existencia exclamando su honestidad. "Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda habrá que esconderla de la conciencia", decía Weil. Y la pregunta que surge hoy es si el socialismo está dispuesto a ignorar lo que ha hecho su socio político. Es decir, si está dispuesto, luego de observar el suceso perverso, a mantenerse impasible; si está dispuesto a secuestrar a su conciencia y permitir que pase por alto este bochornoso suceso. Si no lo hace se estará en presencia de una fuerza política a quien deberá aplaudirse pues habrá reafirmado la honestidad. De lo contrario la ciudadanía asistirá con decepción que nada fue, sino apenas reflejos de simples artificios.

Un alto dirigente del justicialismo dijo anteayer respecto de este escándalo que dentro de la alianza "la sangre no llegará al río" ¿Qué ha querido decir este buen hombre acostumbrado a observar estas inmoralidades políticas? El mismo dio la respuesta: "De una u otra forma arreglarán la situación y aparecerán como una fuerza cohesionada en donde nunca pasó nada". Es difícil creer que a quienes protestan ante las injusticias dentro de una institución también hay una forma de comprarlos. De hecho, de la entereza y rectitud de quienes protestaron públicamente ante el bochorno radical no es posible dudar, jamás se prestarían a arreglos que son tan frecuentes en la vida política argentina. De otro modo, la sociedad estaría frente una realidad patética: voluntades compradas por quienes ya vendieron sus almas. Sin embargo, no es posible tampoco desestimar una verdad: que muchas candidaturas y puestos se compran y muchas conciencias se tranquilizan y así lo ratificó una vez un legislador provincial, quien entre copas aseguró: "Yo pagué cincuenta mil pesos por estar en un puesto que aseguraba mi ingreso a la Legislatura". Luego, y como se expresa más arriba, vendrá otro análisis ¿Cuál será la actitud de los socios de este radicalismo que, según sus propios dirigentes, compran voluntades? ¿Acaso mantendrán distraídas a sus conciencias?


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