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domingo,
22 de
mayo de
2005 |
Pensando en
el placer
En estos días estuve pensando en el placer. Cuando se dice placer generalmente se piensa en el placer sexual, que es sin duda uno de los más intensos. Y por eso fue uno de los más reprimidos. ¡Tantas cosas producen placer! A mí me produce placer, por ejemplo, la naturaleza, el enseñar, la reunión familiar con una mesa bien puesta, servir cosas ricas, la sobremesa, transmitir la pequeña historia familiar y las viejas canciones populares. Me gustaría que quien esté leyendo esto se pregunte: ¿a mí, qué es lo que me produce placer? Y seguir después leyendo, ¡por favor! Frente a la transculturización de mandatos con las frases "el tiempo es oro", "comida rápida", "el espectáculo debe seguir" y demás, es hora de preguntarnos: ¿qué privilegiamos? ¿Les hacemos caso a los mensajes de nuestro cuerpo que nos dice "basta, pará"? ¿Qué tiempo nos damos para el placer de no hacer nada redituable y lograrlo sin culpa (el "dolce far niente"), para el tiempo libre, para la fiaca, para relajarnos? Acaso se enseña la importancia de todo esto? Recordé que mis queridos colegas educadores Luis María Aller Atucha (argentino) y Marcio Ruiz Schiavo (brasileño) contaron que estuvieron en una mesa de trabajo nada menos que con Paulo Freire (brasileño, autor de "Pedagogía del oprimido"). Fue en Medellín, Colombia, en 1992, en un congreso sobre educación sexual. Los tres pensaron escribir un libro: "Pedagogía del placer". Freire murió al poco tiempo, pero estoy segura de que ellos dos finalmente escribirán ese esperado libro. Seguramente, motivada por lo anterior, pienso por ejemplo que se podría enseñar que cuando se está en una situación displacentera es bueno pensar en alguna situación que nos fue placentera. Hay que enseñar que el placer puede ser sorpresivo, pero que también puede ser preparado. Hay que enseñar a celebrar el placer, no dejarlo pasar así nomás.
Ana María Zeno
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