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 domingo, 15 de mayo de 2005  
Panorama político
Los agujeros negros de las elecciones a concejal

Mauricio Maronna / La Capital

El proceso de demonización de la ley de lemas, fogoneado exitosamente por la oposición tras la derrota del 7 de septiembre de 2003, provocó en la administración de Jorge Obeid un síndrome de pánico que derivó, inmediatamente, en el cambio del régimen electoral. Arriba el telón: con ustedes, la ley de internas abiertas, obligatorias y simultáneas.

Superados los consignismos, los prejuicios ideológicos y las anteojeras que impiden ver mas allá de las conveniencias sectoriales, ¿cuántos ciudadanos santafesinos independientes descargan adrenalina por tener que concurrir el 7 de agosto próximo a dirimir las luchas intestinas de los partidos políticos?

Si las internas cerradas de los 80 dieron lugar a cooperativas que designaban candidatos de acuerdo al valor cuantitativo de la orga que representaban, la ley de lemas de los 90 propició en su deber ser la contracara a esa metodología que hizo de Santa Fe la "provincia invisible".

La orgía de personajes impresentables escondidos en varias listas, la aparición de "clones", "ovejitas Dolly" y la gula de varios dirigentes para llegar a concejal, diputado provincial o legislador nacional, según resultara su caudal electoral, convirtió a la norma en el abrepuertas para el vale todo. Grupos de amigos con billeteras algo abultadas pudieron cumplir el sueño de ser candidatos por unos días.

La ley que alumbró en el tórrido verano del 2005, sin embargo, no parece representar un mínimo salto de calidad. Si bien hay excepciones (que en todo caso confirman la regla), las figuritas y figurones que aparecían en los afiches cada vez que las urnas los reclamaban lejos están de resignarse al engrudo.

La denuncia del presidente del Concejo Municipal, Agustín Rossi, sobre la presencia de un presunto clon y las reiteradas impugnaciones al término "progresista" empiezan a demostrar que el problema de fondo no está constituido por el sistema electoral de ocasión, sino por la falta de nuevas ideas, nuevas caras y nuevo aire en la dirigencia.

"Es la política (santafesina), estúpido", podría decir un pretendido émulo de Bill Clinton.

En el justicialismo las aguas bajan turbias. No es un dato menor que el único referente provincial en condiciones de derrotar a la oposición en su conjunto, Carlos Reutemann, haya decidido no auspiciar a ningún candidato a concejal.

Las diferencias entre el ex gobernador y Obeid no han sufrido (como sugieren algunos reutemistas paladar negro) una súbita ampliación en las últimas semanas. El Lole mantiene diferencias con su sucesor desde antes de colocarle la banda por segunda vez.

Para quien quiera refutar esta interpretación bien vale introducir el siguiente interrogante: ¿cuántas veces se reunieron desde el 11 de diciembre de 2003, día del recambio de autoridades? Muchos de los porqués respecto de la falta de empatía exceden el marco del análisis político. Que ambos se alternen en el poder tal vez tenga que ver con una palabrita que figura en el manual de usos y costumbres de la política: funcionalidad.

La catarsis del titular de la Casa Gris a la hora de reivindicar como un acto de "recuperación de la soberanía" la probable reestatización de Aguas Provinciales es solamente la gota que rebasó el vaso.

"Es verdad, les han metido semejante grado de temor (a los usuarios) que cuando abren la canilla temen que vaya a aparecer una víbora", reiteró, el viernes, Reutemann a La Capital.

El Lole se preserva para la campaña a diputado nacional, dispuesto a trajinar la provincia para que Kirchner sea plebiscitado.

"El Flaco es una topadora. Es pragmático, inteligente, ordenado con los números, hay una economía con buenos números y un extraordinario superávit fiscal. Yo no tengo problemas en ayudarlo en lo que pueda para que sea plebiscitado: saludo uno, saludo dos", grafica Reutemann, flamante adquisición de la escudería K.

El santafesino se muestra sorprendido por las cualidades del intendente Miguel Lifschitz y cree que "el crecimiento de Rosario es imparable". Cerca de él, dejan trascender una comidilla hasta ahora inédita: el jefe del Palacio de los Leones habría pedido como condición para aceptar la municipalización del servicio de Aguas que la provincia financie las obras y subsidie las tarifas.

Y eslabonan: "Los socialistas pidieron la derogación de la ley de lemas y Obeid se lo concedió; pidieron la autonomía y están a punto de otorgársela. Si logran tener Aguas con costos a cargo de la provincia, Lifschitz es un fenómeno...".

A propósito del intendente: es un buen gesto el de presentar como primer precandidato a concejal a un dirigente de 40 años, Horacio Ghirardi (para volver a aquello que hablaba de la excepción que confirma la regla). Pero esta decisión se esmerila con un nombre (ya incluido en la nómina socialista-radical) que está tan lejos de la nueva política como María Julia Alsogaray de una carmelita descalza.

Por otro lado, la alianza con la UCR puede traerle al socialismo un inconveniente mayúsculo si es que el sector encabezado por Jorge Boasso logra colar a un dirigente en la nómina. Imagínese el lector a un candidato del Frente Progresista haciendo campaña contra el Frente Progresista. El neblinoso sistema de internas abiertas, obligatorias y simultáneas puede hacerlo posible.

Si la ley de lemas, en su última aparición, se convirtió en una marquesina donde abundaron crápulas de toda laya y pescadores de río revuelto, la nueva norma puede reponer una película ya vista durante los 80: cooperativas, empresas familiares y pymes.

Una buena noticia es que solamente habrá que elegir once concejales, un número más que razonable para un cuerpo que ha sido noticia en los últimos meses por declarar ciudadano ilustre a un director técnico de fútbol.

La campaña electoral se mantendrá en cartel hasta el 23 de octubre. ¿No tiene el lector la sensación de haber visto la misma película varias veces?
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