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 lunes, 09 de mayo de 2005  
Reflexiones
Un aniversario para no olvidar

Serge Maller (*)

Desde 1981, el 8 de mayo es un día feriado en Francia. Corresponde a la capitulación sin condición, en 1945, del ejército alemán nazi, la cual tuvo como consecuencia la finalización de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Ayer y hoy, se conmemora con varias ceremonias de suma importancia, el sexagésimo aniversario de la victoria de los aliados contra el régimen del Tercer Reich.

Si bien, el 8 de mayo de 1945, el sentimiento general era que una página de la historia acababa de hacer borrón y cuenta nueva, como también una convicción real de que la libertad vale todos los sacrificios sea cual fuere el precio a pagar para lograrla, ese día, en realidad, no fue un día tan feliz. El ambiente no fue el mismo que en 1918 para la finalización de la Primera Guerra Mundial. En 1945, sin duda, el alivio fue más importante que la alegría porque ya se sabía que el balance iba a ser terrible no sólo a nivel físico (fueron, en total, más de cincuenta millones las personas muertas en toda Europa) pero también a nivel psicológico. ¿Cómo olvidar, en efecto, los campos de concentración, los deportados judíos, zíngaros, comunistas? ¿Cómo olvidar las familias descarnadas, los bombardeos interminables, las sospechas, las traiciones, las torturas, las humillaciones, los insultos, las violaciones, la desvalorización del ser humano, el hambre, el frío, el miedo permanente? ¿Cómo olvidar la ceguera fanática de algunos hombres quienes, para justificar sus actos bárbaros, se refugiaban detrás de una ideología de locura?

Hoy, sesenta años después, estamos oyendo voces que dicen que hay que borrar las huellas, que no sirve de nada despertar las viejas querellas, que esto sólo puede avivar los antagonismos. Pregunto: ¿por qué? ¿Para qué tapar el pasado? "No hay futuro sin memoria", declaraba Jacques Chirac últimamente. Obviamente, sabemos que, a veces, es duro mirar las cosas de frente pero ocultar los hechos es peor y rechazar lo ocurrido es un grave error porque la experiencia nos enseñó que de las representaciones erróneas surgen fenómenos discriminatorios, actos violentos y mentalidades forjadas para siempre. Sin un deber de la memoria, no se puede escribir con fidelidad la historia real. Tampoco se puede construir, con inteligencia, el futuro. Para eso, hay que decir, proclamar, restaurar la verdad. Para eso sirven las conmemoraciones oficiales. En la celebración del 60º Aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, no se trata de arrepentimiento ni tampoco de denigrar a tal o cual persona. Al contrario. Para el Consulado Honorario de Francia como para la Alianza Francesa de Rosario, esta ceremonia recordatoria es un deber de la memoria que tiene que conducir a cada uno de nosotros hacia los valores de libertad, igualdad y fraternidad, fundamentos esenciales de toda democracia. "La memoria es el futuro del pasado", afirmaba el escritor francés Paul Valery y seguir conmemorando el 8 de Mayo es caminar hacia la paz como lo demostraron las distintas reconciliaciones entre Francia y Alemania: la del general De Gaulle y Adenauer en 1962, la de Mitterrand y Khol, mano en la mano en 1984, o últimamente la del presidente Chirac invitando a Schröder a celebrar, a su lado, el desembarco de Normandía.

Estos actos simbólicos tienen un valor inestimable. Son ejemplos perfectos para enseñarnos que con la violencia, el odio, el racismo o el oscurantismo, no se llega a nada. Así, si Alemania y Francia fueron, a lo largo de la segunda parte del siglo XX, el eje central de la construcción europea es porque los dos países supieron perdonar. Perdonar sin cerrar los ojos. Perdonar sin olvidar. Perdonar para estar aún más atento a los errores de ayer. Perdonar para no volver a ver los horrores del pasado, las hipocresías o las ignominias. Hace muy poco, el actual presidente alemán aseguraba en un discurso que: "La victoria de los Aliados no era una victoria contra Alemania pero una victoria para Alemania". Efectivamente, el 8 de mayo de 1945 quedará como una victoria no contra los alemanes sino contra un régimen de terror.

Ayer, en la sede de la Alianza Francesa, se celebró la finalización de la Segunda Guerra Mundial porque sólo una historia asumida puede ayudar a tejer los hilos del porvenir. No vamos a fingir amnesia porque disimular es fuente de discordia y hace el juego de los partidarios de los discursos xenófobos. Recordamos a todos los muertos para que nuestros hijos, los adultos de mañana, puedan seguir, con dignidad, este camino de paz.

(*) Director de la Alianza Francesa (Rosario)


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