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 lunes, 09 de mayo de 2005  
Rabia e impotencia

Hace 29 años que llevamos incorporado el fantasma de aquel 24 de marzo de 1976. Todos los miedos, rabia e impotencia que todo aquello nos causó lo reflejamos en hechos recientes, como el de la Justicia, que liberó en esta fecha clave a uno de los represores más feroces de la dictadura. O las declaraciones del ex funcionario del proceso Aleman en un medio de comunicación, diciendo que en la Esma se torturaba por placer y que no cabía en la cabeza de nadie apropiarse de los hijos de "guerrilleros", haciendo alusión a que es sangre maldita. Para escuchar o ver todo este tipo de provocación, tienen que tener el consentimiento de alguna "autoridad superior", si no no se justifican estos mensajes golpistas. Es realmente preocupante el espacio que ocupan o, mejor dicho, que nunca dejaron de ocupar estos "personeros" de la historia. Lo más peligroso es la indiferencia y la falta de compromiso de nuestros dirigentes. Es más, se sigue defendiendo esta política neoliberal a cualquier precio. Es lamentable la exclusión que padecemos la mayoría de los argentinos, como también irritante es la crónica que se hace con respecto a la distribución de la riqueza. En concreto, son pocos los favorecidos con este proyecto. Es bueno para la salud democrática de un pueblo rebelarse a estos hechos con compromiso ciudadano. Cuando hablamos de riqueza de un país, decimos que depende de su potencial humano, con su grado de organización, su espíritu de iniciativa y su trabajo de la extensión y fertilidad de su suelo, de sus plantas industriales, de su tecnicismo y del desarrollo de su investigación técnico-científica y de una buena organización de crédito y finanzas que dé agilidad al sistema y por supuesto la armonía y solidaridad social. De esta riqueza hablamos, sin crónicas, con realidades concretas, eso exigimos a nuestros gobernantes. Hace más de 30 años que viene corriendo sangre en este país. Es hora de decir basta. Como decía un ex presidente argentino alguna vez: "La agitación de las masas es un efecto de la injustica social, el remedio no está ni en engañarlas, ni en someterlas por la fuerza, sino en hacerles justicia".

Adriana Noemí Diez


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