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 domingo, 08 de mayo de 2005  
Las primeras, toda una hazaña
Corría 1895 y al francés René Despecher se le ocurrió vender bicicletas en Rosario. Fueron las pioneras

Era francés y llegó junto a su mujer de la mano del ferrocarril. Se acercaba el final del siglo XIX y una pregunta desvelada a René Despecher. Quería poner un negocio y mientras caminaba por la ciudad trataba de encontrar la respuesta. ¿Qué se podía vender que no existiera en ese momento? Así, pensó en las bicicletas y un hermano suyo fue el contacto para importar desde el país galo las primeras que llegaron a Rosario. Hoy, 110 años después de aquel momento, algunas de ellas pueden verse -no sin deleite- en un comercio ubicado en Alvear al 100, propiedad de sus nietos.

Marcelo y René Despecher se muestran orgullosos de haber heredado semejante legado. "Todo lo que hay acá, anda", se apura en aclarar René que como prueba no hace mucho decidió salir a pasear con una de las bicis del abuelo. Casi una travesura. "Yo salí hace poco con una de estas (en referencias a las que están expuestas). Son muy lentas pero cuando agarran velocidad, no las podés parar, Me fui por el bulevar (Oroño) y cuando llegamos a Rivadavia se nos cruzó un auto, no fue fácil", recuerda no sin admitir que la escapada ya no se repetirá. "Por eso está colgada (del techo), para no romperla", aclara.

No es un museo, es un negocio donde se venden resortes. Pero salpicado de bicicletas cargadas de anécdotas. Como la que no sin timidez los hermanos Despecher se animan a confesar durante el diálogo con Señales. "La de dos asientos (tándem) es muy particular -explican- porque estaba hecha para que la dama fuera adelante y el caballero atrás. La manejaba con una barra de cortesía que se le agregaba. Entonces, el caballero salía a la calle y allí invitaba a alguna dama a dar un paseo". Y ahí el comentario aflora con seguridad: "Fueron los primeros levantes en bici".

Pero el negocio arcón de los Despecher no sólo guarda bicicletas. Hay documentación de la importación de los vehículos, catálogos y hasta los recibos de los avisos que el abuelo publicaba en La Capital para promocionar los cursos que daba para enseñar a usarlas.

"Es que después de que se le ocurrió venderlas advirtió que nadie sabía andar, porque no había bicicletas. Entonces, daba cursos para enseñar a andar", cuenta Marcelo mientras busca la prueba para certificar la historia.

El local donde se vendieron las primeras bicicletas abrió en 1895 y también de eso hay pruebas. En una pared del actual negocio de los Despecher está la placa de bronce que da cuenta de la apertura del comercio original y también el cartel: una bicicleta que se funde con un dragón alado.

El abuelo Despecher fue pionero en la venta y promoción de la bicicleta en Rosario. Pero por entonces, finales del siglo XIX y principios del XX, no sólo lo entusiasmaba enseñar las virtudes del vehículo a posibles paseantes sino que también auspiciaba el ciclismo como deporte.

Y como no podía ser de otra manera, organizó las primeras carreras de bicicletas. Apenas se toca el tema, una nueva prueba. "Todavía se conserva la bandera de la largada, hay fotos y hasta los negativos de esas placas que eran de vidrio", demuestra una vez más uno de sus nietos.

Todavía puede disfrutarse la pasión del abuelo Despecher por las bicicletas aunque ahora como un aroma cargado de recuerdos que desovillan sus descendientes. "El abuelo organizaba carreras y tenía un equipo al que le prestaba las bicis para que corriera", detalla Marcelo. Pero en época de lluvia el entrenamiento se complicaba, entonces inventaron y fabricaron el rolo, algo así como la primera bicicleta fija. "Lo hizo mi abuelo y es de 1895. Ahí arriba montaban la bici y entraban a dar vuelta por una o dos horas; era lo mismo que estar en una ruta", asegura. Por supuesto que el rolo también está en exhibición.

"Todo lo que era del abuelo, no se toca", aclará René tras admitir que "es un sacrificio muy grande mantener todo esto". Lo dice desde el orgullo mientras en su tono se advierte cierta lejanía del valor material de las piezas. "La misma gente lo dice: «lo que ustedes tienen, no lo tiene nadie, sentimientos», y sí, porque la parte monetaria te las gastaste, no la tenés más", expresa René.

Ese sentimiento se nota cuando hablan de sus primeras bicicletas. Marcelo recuerda que era una Graciela, que le enseñó a andar un tío y que aprendió después de chocar contra un árbol. René agrega que la suya era una rodado 24 de mujer y que le permitió sentir la libertad. "Nos íbamos a pescar", testimonia. Ambos por supuesto regalaron las primeras bicicletas a sus hijos y les enseñaron a andar.

Apoyados en el mostrador del negocio no cesan de contar anécdotas, mostrar más pruebas de ellas, y no temen abrir de par en par las puertas del local cuando alguien pasa por la vereda y asombrado descubre las antiguas bicicletas en exposición. "Pasen, eran de mi abuelo", empiezan la historia. Esa que comenzó en 1895 y continúa rodando hoy, 110 años después.


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