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domingo,
08 de
mayo de
2005 |
[Lecturas]
Aventuras a la vuelta de la historia
Literatura juvenil. "El león rendido" de Eduardo González. Alfaguara Juvenil, Buenos Aires, 2005, 153 páginas, $ 16
Osvaldo Aguirre / La Capital
La vida de un hombre, dice Jorge Luis Borges en "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz", consta de un solo momento: aquel en que por la fuerza de un acto se revela su destino y su identidad. La historia de "El león rendido" podría condensarse en esos términos. Siendo un adolescente, el protagonista, Rodrigo Bastida, combatió en la resistencia a las primeras invasiones inglesas (1806). En el presente de la narración, llegado a su vejez, viaja desde Buenos Aires a Londres y recuerda aquellos hechos que cambiaron el rumbo de su vida.
El viaje de Bastida es en cierto modo forzado, ya que parte al exilio, como opositor a Bartolomé Mitre y la guerra de la Triple Alianza. Una circunstancia que reaviva el fuego de la memoria. Apenas inicia el relato, aquella historia queda desplazada por otro viaje, el que emprende un hombre en su pasado hasta llegar al centro de su vida.
La peripecia comienza con un naufragio: Bastida pierde allí a un padre (el biológico, que apenas deja huella en su memoria) y gana a otro, John Warthon, un pirata irlandés que se hace cargo de su educación y de su iniciación en el mundo de los adultos. La experiencia se carga de un sentido metafórico: hay una historia cuyo recorrido termina en ese punto y otro personaje que emerge a partir de entonces. Por otra parte, el hombre experimentado y de pasado o conducta equívocas y el joven huérfano y ansioso de conocer las emociones del peligro componen una pareja del género en el que se sitúa el texto, la novela de aventuras.
"El león rendido" reconstruye de manera precisa la época y los procesos históricos en que se sitúan sus personajes. Los detalles que se marcan, desde el lenguaje de los criollos hasta la toponimia de Buenos Aires, apuntan a situar al lector en circunstancias que los manuales escolares han desprovisto de particularidades. La próxima Revolución de Mayo es algo que se intuye y futuros próceres como Moreno y Castelli y personajes como Liniers y Pueyrredón ocupan un lugar destacado en la acción.
Ese cuidado por la ambientación histórica de la ficción está subordinado, sin embargo, a la aventura. La definición de los personajes y la descripción minuciosa de ambientes y situaciones tienen el sabor de los grandes relatos clásicos ("Abascal apuntaba a un hombre protegido por las sombras inquietas que arrojaba el candelabro") y las peripecias que corre Bastida son también parte de un aprendizaje.
Al mismo tiempo, la nostalgia del narrador por los años de juventud y su tristeza por verse obligado a dejar el país derivan en reflexiones sobre el recuerdo y la invención que esbozan un arte poética en medio del vértigo de la acción. Recordar se vuelve un acto tan intenso que asocia elementos contrapuestos: "es sólo una manera de inventar una historia más dichosa que la vida que viví", dice el narrador, en un acceso de melancolía, y a la vez, en otro pasaje, sostiene que son los desterrados quienes cuentan la verdad, ya que los vencedores reducen la historia a la celebración de su triunfo y los vencidos suelen carecer de voz para oponer otro relato.
Eduardo González tiene otras novelas para lectores juveniles, entre ellas "El secreto de Leonardo da Vinci" (2003), que se anticipó al interés actual por ese personaje y el robo de La Gioconda.
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