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 domingo, 08 de mayo de 2005  
Primera persona
El imperio de los sentimientos
El escritor francés pasó por la Feria del Libro de Buenos Aires y expuso sus ideas sobre la novela

Julieta Grosso

El escritor francés Daniel Pennac, que a partir de obras como "La felicidad de los ogros" y el ensayo "Como una novela" se convirtió en una de las plumas más cotizadas de la literatura europea, llegó a la Argentina para participar del octavo Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro, que tuvo lugar en el marco de la Feria del Libro de la ciudad de Buenos Aires.

Novelista, profesor de francés, lector apasionado y autor exitoso de una saga policial llena de personajes tan curiosos como entrañables -la ya mítica familia Malaussène inmortalizada en títulos como "La felicidad de los ogros", "El hada Carabina", "La pequeña vendedora de prosa" y "El señor Malaussène"-, Pennac es uno de los escritores franceses más traducidos y leídos en el mundo.

Las novelas de este autor, nacido en 1944 en la ciudad marroquí de Casablanca, transcurren en el barrio parisino donde él mismo habita, Belleville, y se caracterizan por ofrecer al lector una historia lineal, sin complicaciones estilísticas y con diálogos directos, descripciones ágiles y un lenguaje inspirado en la jerga callejera. Por encima de todo, un relato donde prevalecen los sentimientos antes que las elaboraciones conceptuales.

-Usted tiene una posición crítica respecto del peso de las ideas en una novela. ¿Cómo se sustenta la estructura de un relato si las ideas pasan a segundo plano?

-La pregunta remite a la definición misma de género. ¿Qué es la novela? En mi opinión, una novela que podría resumirse por la idea fundamental que le dio nacimiento no es una novela sino un ensayo camuflado de novela, toda una especialidad francesa por cierto. Al mismo tiempo, una novela que podría ser resumida por la historia de su narrador en mi opinión tampoco es una novela sino una autobiografía camuflada. Y una novela que podría conformarse con una definición de su escritura, por más original que ésta fuera, tampoco es una novela: es un ensayo poético.

Louis Ferdinand Céline, que solía ser muy provocador, decía que en materia de novela "no hay nada más vulgar que una idea", una declaración que resulta muy irritante para los escritores franceses en general. La novela, en fin, es un género híbrido que utiliza todos los ingredientes antes mencionados -una idea fundadora, los personajes, la escritura, etcétera- pero que no puede reducirse a uno de ellos.

Nuestro siglo heredó de la Iluminación el culto a la inteligencia... Los escritores podríamos limitarnos a la explotación de este concepto, pero yo no formo parte de esa familia. Creo que en la literatura hay que recurrir a la estrategia de la narración. Yo me considero un artesano, un narrador, un contador de cuentos que cree en la necesidad de la anécdota en la literatura, como se cree en el oxígeno de la atmósfera.

-¿Por qué es tan importante el factor sentimental en su narrativa?

-Hasta ahora no he encontrado nada mejor para darle encanto a la vida que todo lo relacionado con el amor, la amistad y los sentimientos. Pero me resulta muy difícil hablar de ello porque vivimos en un país donde, al menos desde el siglo XVII, se considera halagador decirle a alguien que es demasiado inteligente para tener corazón y al mismo tiempo insultante decirle que tiene demasiado corazón para ser inteligente. Después de Mayo del 68, mi generación en líneas generales se planteó una especie de dicotomía artificial entre sentimiento y sexualidad. En ese terreno, los de la generación del 68 nos impusimos pruebas que no siempre podíamos soportar. Militamos mucho la idea de que en el fondo había una primacía del placer sobre los sentimientos. Es curioso porque yo siempre estuve en contra de esta idea... y nunca fui más inteligente en mi vida que cuando estuve enamorado.

-A contramano de su énfasis en los sentimientos, hoy las sociedades modernas ponderan la racionalidad por sobre la emotividad...

-Las sociedades más avanzadas desprecian los sentimientos. En todas partes se desconfía de ellos porque representan una terrible fuerza subversiva: resulta absolutamente intolerable pensar que se pueda vivir gracias a la energía que emana de algo tan aleatorio, tan irracional y gratuito como un sentimiento.Por eso el matrimonio, la eternidad de esa extraña amenaza "unidos para siempre", pretende canalizar esta fuente de anarquía que es el amor. A pesar de que son las estructuras políticas y económicas las que dictan las reglas del juego de amor, éste puede aparecer en estado bruto, en cualquier circunstancia y lugar, y provocar un enorme desajuste en el sistema.


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