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domingo,
08 de
mayo de
2005 |
Tai chi chuan: escencia interior
Wu Tang, el templo solemne detenido en el tiempo mostrando su perpetuidad en lo alto de la montaña, hoy es una escuela de práctica de las artes marciales que abre sus puertas a los extranjeros. Allí fuimos tres mujeres practicantes de Tai Chi, discípulas del maestro Tang Long Dem Bo. Aunque nací en Rosario viví 17 años en Río Grande, Tierra del Fuego, donde está radicado el maestro y enseña en el Centro de Cultura Oriental Wu Tang.
La posibilidad de viajar a China surgió a partir de la práctica del Tai Chi primero como un ejercicio físico. Luego comprendí que esta disciplina tiene fundamentos teóricos, concretos y filosóficos que responden a la búsqueda interna de todo ser humano: anhelamos ser felices, estar bien, tener un buen pasar y proyectamos ser longevos y saludables.
Con la práctica de los ejercicios comenzamos a ser conscientes de cuánto necesita nuestro cuerpo "moverse" adecuadamente, sumado a una correcta alimentación y a un espacio en el que dedicamos tiempo para nosotros mismos. Así comenzamos a forjar un estilo de vida de manera progresiva y naturalmente. Por ello la búsqueda de un maestro que transmita la esencia de esta disciplina y luego conocer su raíz y sus orígenes es lo que le da un sentido real y fidedigno a esta práctica milenaria.
El haber estado en Wu Tang, pisar la tierra en que los maestros como Tang Long dejaron sus nombres impresos en piedra en lo alto de la montaña; respirar ese aire puro que contiene en sus moléculas historias añejas, leyendas antiguas, engrandece el corazón.
Al contemplar el paisaje inmensurable de los caminos serpenteantes por donde caminantes errantes aún lo recorren, y mirar una pagoda perdida aparentemente desolada que a veces las nubes dejan entrever cuando se disipan, sentimos que somos parte del todo en ese lugar, y en cualquier otro de la tierra con la diferencia que allí aún perdura el espíritu de los antiguos sabios practicantes.
Allí descubrimos que todos los conocimientos de historia, filosofía oriental, medicina tradicional china y la misma doctrina del Tai Chi estaban ya impresos en la cultura, en cada lugar, en cada rincón, en cada templo, en cada museo, en cada persona que habita esa antigua tierra de grandes buscadores y practicantes.
Al observar el comportamiento de la gente, caminando y conviviendo entre ellos descubrimos que todo está dado en un constante fluir de cambios armoniosos basados en el respeto y la cortesía mutua.
Ahí realmente comprendimos que el Tai Chi Chuan no se "muestra", simplemente se demuestra a través de nuestros actos, pensamientos y sentires cotidianos.
Esta práctica trasciende toda cultura e idiosincrasia, no hace diferencias sociales ni de edad, pues sólo tiene como fundamento "el bienestar del ser humano". Actualmente esta disciplina se ha difundido y continúa diseminándose por el mundo, brindando beneficios a todo aquel que quiera dedicar tiempo para sí mismo, sentirse mejor y estar en forma.
Lucía Flores
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