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 sábado, 07 de mayo de 2005  
La Iglesia puso en la mira a los salarios de los políticos

El presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Carmelo Giaquinta, aseguró ayer que es "abismal" la diferencia de sueldos en el país y consideró que llega a ser "grosera" por leyes y actos de corrupción como "los sobresueldos de hasta 100.000 dólares mensuales".

"En una sociedad democrática no puede haber diferencias abismales de sueldos, so pena de que se vuelva iniquidad social", sentenció el prelado chaqueño al inaugurar las Jornadas Sociales sobre Cultura del Trabajo.

Si bien reconoció que es "normal que haya una cierta desigualdad entre los salarios cuando ésta proviene de la diversa calidad del trabajo", advirtió que "la diversidad salarial no puede fomentar la inequidad social".

"A qué abismos de corrupción han llegado algunos, muchos, de los elementos de la dirigencia argentina", lamentó el prelado. Antes había subrayado que "la diferencia de sueldos en la Argentina contemporánea es grosera, y muchas veces es fomentada por leyes, cuando no por actos de corrupción, como los casos de sobresueldos de hasta 100.000 dólares mensuales, como se está destapando en estos días", subrayó.

Monseñor Giaquinta recordó en este sentido que cuando fue obispo de Posadas pudo "constatar cómo un colono que cultiva tabaco, al año le quedaba líquido 1.500 pesos. Pero si ingresaba en una lista de candidatos a concejales de su municipio y ganaba la elección, al mes percibía 2.800 pesos, limpios de paja y polvo".

Tras señalar que "en este cuadro han de ser consideradas las conquistas laborales y los privilegios", exclamó: "¡Benditas las conquistas fruto de un derecho!" No obstante, se preguntó si "¿son siempre tales?". "Los privilegios son admisibles de ordinario en favor de los más desheredados", precisó el titular de la Pastoral Social.

Por otra parte, cuestionó que no haya habido "ninguna reforma importante" tras el "derrumbe" del 21 de diciembre del 2001, y reclamó un Estado "nuevo" que "sea de veras el defensor de la justicia, que destierre la corrupción y promueva la equidad social".

Tras advertir que se no se animaba a afirmar que se está "en camino de construir un Estado nuevo", estimó que "son demasiado remotos los gritos de la gente para que se vayan todos, porque ninguna reforma importante hemos emprendido".
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