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 sábado, 07 de mayo de 2005  
El comandante que nunca perdió una batalla
Gueorgui Zhúkov se ganó la admiración de los aliados tras conducir la ofensiva soviética contra los alemanes

Admirado por Dwight Eisenhower, el mariscal soviético Gueorgui Zhúkov, quien condujo la ofensiva que culminó con la rendición de Berlín, fue uno de los grandes comandantes de la Segunda Guerra Mundial y una leyenda de la estrategia militar.

En su autobiografía, Zhúkov confiesa que "temblaba" de miedo cuando estaba al lado de José Stalin, quien le encomendó primero la riesgosa tarea de organizar la resistencia ante el avance de los nazis.

Una día que tenía que acudir a una entrevista con el líder soviético ordenó que partiera el avión que lo debía trasladar desde Stalingrado en medio de una terrible tormenta, a riesgo de perder su vida, para no faltar a la cita.

Mientras el 7 de mayo de 1945 el alemán Alfred Jodl se rendía ante el general estadounidense Eisenhower, Wilheim Keitel lo hacía ante Zhúkov, quien dirigió la batalla de las fuerzas soviéticas contra los nazis en Berlín en el último tramo de la guerra.

En ese escenario, Zhúkov entró en la historia como "el hombre que nunca perdió una batalla", aunque después de la guerra fue denostado por Stalin y enviado a un puesto regional en Rusia, según los historiadores.

Cuando Stalin murió en 1953, Zhúkov recuperó su prestigio, en 1955 fue nombrado ministro de Defensa y dos años más tarde se sumó a la cúpula del gobernante Partido Comunista.Sin embargo, después fue despedido de ambos cargos, tras ser acusado de privilegiar las cuestiones militares antes que las del partido.

Nacido el 1º de diciembre de 1896, combatió durante la Primera Guerra Mundial en el Ejército zarista. Cuando estalló la revolución, en noviembre de 1917, se alistó con los bolcheviques liderados por Lenin y pronto se unió al Ejército Rojo.

En la guerra, su gran prueba fue salvar a Moscú del asedio hitleriano, una misión que cumplió con éxito y que abrió el camino para destruir al Ejército alemán en la batalla de Stalingrado. Desde entonces, las fuerzas germanas comenzaron a retroceder hacia su territorio.

Para avanzar en las zonas ocupadas del este europeo, Zhúkov usó el nuevo tanque T-34, un arma desarrollada en la retaguardia, durante la guerra, que revolucionó el diseño de los vehículos blindados y fue decisiva en el desenlace del conflicto.

La batalla en El Arco de Kursk, conducida por Zhúkov, dio al Ejército Rojo una inmensa ventaja sobre los alemanes en términos de vehículos de guerra. El célebre mariscal murió en 1974 pero su nombre se convirtió en una leyenda de la estrategia militar. (Télam)
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