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 sábado, 30 de abril de 2005  
Entrevista
"Descubrí la maravilla del ser humano"
Silvia Delgrosso es rosarina y hace 15 años que vive en Italia. Luego de un viaje como voluntaria a Madagascar se propuso utilizar la música como un nexo de unión entre ricos y pobres

María Laura Favarel / La Capital

Advirtió la pobreza espiritual que se vive en el Primer Mundo y destacó la riqueza de los países pobres donde, según manifiesta, descubrió la "maravilla del ser humano". Actualmente continúa con su trabajo en Italia y lo combina con recitales a beneficio. Vino al país para iniciar un proyecto de cooperación con Europa. Durante su estadía en Rosario, contó a La Capital su experiencia.

-¿Cómo surgió la idea de vivir en Italia?

-Viví en Rosario donde comenzó mi amor por la música porque estudié flauta y piano, y a los 21 decidí hacer un viaje por Europa. Y nunca más volví. En Italia comencé a trabajar como representante de reconocidos músicos, cosa que sigo haciendo y me va bien.

-¿Cómo pasaste del mundo del espectáculo a la solidaridad?

-Trabajaba de lleno en el mundo del espectáculo donde reina el glamour, la frivolidad y no interesa la relación humana. Me daba cuenta de que podía hacer plata, pero me sentía triste, vacía. No encontraba serenidad. Pensé que algo tenía que hacer porque no era feliz. Entonces decidí viajar como voluntaria a la isla de Madagascar. Fui pensando en ayudar pero, en realidad, estaba buscando algo que en Europa no encontraba, y allí hallé una realidad inesperada.

-¿Qué descubriste en Madagascar?

-Fui por un mes y bastó para cambiarme la vida. Paré en una ciudad llamada Fiaranatsoa a 400 kilómetros de la capital. Era invierno y allí no hay calefacción ni agua caliente. Tuve que lavarme la ropa a mano y con agua fría. ¿Iba a usar lavarropas cuando la gente se muere de hambre? Viví en uno de los barrios más pobres, junto a un hogar de huérfanos con 400 chiquitos. En un lugar anexo se creó un complejo para los de 15 años donde se dictan cursos de carpintería, informática y albañilería. Entre los alumnos hay un chico que camina 12 kilómetros para ir al a escuela, y tiene una piernita más corta. En esa escuela a las 8 de la mañana los alumnos están con una sonrisa porque quieren aprender. Saben que eso les permitirá conseguir un trabajo.

-¿En algún momento te arrepentiste de haber ido?

-Tuve una gran crisis al segundo día porque me invitaron a una audiencia en el centro de la ciudad. Fuimos caminando (una hora) porque allí la gente no toma colectivos porque no tiene plata. Yo quería vivir como ellos y entender su situación y qué significa caminar una hora para llegar a un lugar. Ya en camino se me presentó un panorama terrible. Olí la pobreza y eso me llegó al alma. Tenía ganas de vomitar. Veía las zanjas y a los chiquitos que tomaban agua de la zanja y lloraban y los animales... Me agarré unas pulgas que no me dejaron dormir de la picazón. Terminé exhausta, sobre todo emotivamente. Luego de lo que había vivido decidí no salir más de allí. No entendía cómo podían vivir así y me repetía a mí misma "yo no puedo, yo quiero mis comodidades". Me quería volver.

-¿Qué te hizo quedar?

-Fueron los ojos de los niños que cuando miran sonríen, y la serenidad que transmite la gente. Empecé a reconocer cuántas cosas tenía yo por el sólo hecho de haber nacido en un lugar distinto. Podía disfrutar del agua, tenía una familia que me quería y podía acceder a la salud. Tuve que llegar a Madagascar para descubrirlo y agradecerlo. En contraste, ellos no tenían nada pero mostraban algo especial. Me descubrieron la belleza del ser humano y qué es la generosidad, porque aunque no tienen qué comer me ofrecían todo. Cuando me repuse del primer impacto empecé a ir a comer con los chicos al horfanato. En todos lados las condiciones higiénicas son terribles porque carecen de agua potable. Se lavan en un río sucio cada 10 días. Cuando empecé a jugar con ellos y a acercarme, yo pensaba "aquí me contagio de todo", y me daba miedo que los chicos me tocaran. Ellos me decían "tsara", que quiere decir bello. Me agarraban las manos admirados porque no estaban sucias. Cuando superé mis miedos dejé de ver la ropa rota y ya no olí más la suciedad. Descubrí ante todo a la persona, la belleza que esconde cada ser humano. Junto con esto vi situaciones terribles que aún me perturban.

Un día una mamá tenía en brazos a su bebita que lloraba sin parar. Supe que la niña no sobrevivió porque no pudieron darle los antibióticos. Cuando te dicen que allí hay un niño que tal vez a la noche no está más, se te mueve todo. Me repetía en mi interior perturbada "no es posible que estas cosas sucedan, yo no me puedo permitir que esto pase". Sé que no voy a salvar a ese bebé, pero voy a hacer cosas para que empecemos a cambiar algo. Creo que esta "supervivencia" en la que viven tantas personas se debe, en parte a los sistemas económicos actuales, pero también sucede porque nuestro corazón, sobre todo en Europa, está cerrado. Así estaba yo hasta que "desperté" en Madagascar.

Cuando regresé a Italia me dí cuenta cuan esclavos somos de las cosas. Todo el mundo se fija cómo estás vestido y sacá el celular para mostrarlo y habla fuerte de cuántos viajes hizo..., así no vemos a la persona que tenemos al lado que tal vez es bellísima. Vivimos en apariencias.

-¿No te preguntaste por qué suceden estas cosas?

-Muchos culpan a Dios de que exista la pobreza y la marginación, pero me parece que estas cosas suceden porque nosotros las permitimos, y me incluyo porque si a mí no me hace nada ver a un niñito revolviendo la basura buscando comida ¿qué clase de persona soy? ¿qué futuro tengo siendo así?, porque si no nos interesan los demás estamos muy mal.

-¿Esta experiencia te llevó a realizar alguna acción concreta?

-Tengo que trabajar para vivir, pero me di cuenta de que desde mi profesión podía hacer mucho. Comencé a organizar recitales a beneficios. Recibí muchas donaciones que ahora mismo están llegando a Madagascar. Además llevé a mis músicos italianos a tocar en un concierto nacional del que participaron 7 mil personas. Los músicos no podían creer lo que veían. En medio de esa inmensa pobreza las personas mostraban una gran sensibilidad musical. Cuando terminaban las funciones, los niños se acercaban a los bateristas italianos imitando sus movimientos. Tienen una gran musicalidad pero no poseen la técnica.

Al volver organizamos un proyecto que ya está en marcha. Consiste en trasladar a dos jóvenes con habilidad musical a Italia para que tengan clases todos los días. Luego ellos se comprometen a enseñar en forma gratuita por dos años en una escuela de Madagascar donde abrimos un taller de batería.

Asimismo estoy organizando recitales para poder construir pozos de agua en Fianarantsoa, de modo que puedan tener agua corriente. Estoy muy interesada en unir el norte con el sur, llevar grupos del sur del mundo a Italia y viceversa. Creo que el arte, y en especial la música permite comunicar instintivamente, directamente y llegar a la gente. El mundo está un poquito enfermo ahora. Veo que Europa y Estados Unidos piensan demasiado en el mundo occidental cuando en realidad la mayor parte del mundo está en pobreza. Esto reclama cambios. Yo trato de hacer algo desde mi trabajo.

-En Argentina también hay mucha pobreza...

-La realidad del país es muy dura. Caminando por peatonal Córdoba me quedé helada cuando vi a una nenita colgada del tacho buscando algo para comer. Me afecta mucho esto y también ver la indiferencia de la gente frente a esta realidad. Hace mucho que no venía a Rosario. Estuve observando qué se puede hacer.

Por lo pronto durante mi estadía en Argentina viajé a Jujuy y estuve conviviendo con comunidades que viven más allá de La Quiaca. Estoy trabajando en un proyecto de artesanías. Ahora me vuelvo a Italia con muchas cosas de Jujuy que se van a vender en el Mercado Eco Solidario donde se ofrecen artesanías de todo el mundo apoyadas por un proyecto de autodesarrollo. Se trata de que las personas puedan vivir de lo que hacen. Los turistas que compran allí saben que están ayudando.

-¿Quiénes son los más pobres?

-La pobreza espiritual de Europa es la más grave porque es la infelicidad. Yo no quiero ser más pobre espiritual porque sería no respetarme. Cuando salen cosas feas de mí, reconocerlas me sirve para modificarlas. Hay errores que podemos evitar como ser un poquito más buenos con los que están a nuestro lado, los conozca o no.
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