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sábado,
30 de
abril de
2005 |
Dedicación
Recompensa del trabajo
Seguramente nada habrá sabido de la etimología de la palabra "trabajo" el gaucho Martín Fierro. Sin embargo estaban claros algunos conceptos que están relacionados. Dice José Hernández en boca de su personaje: "Debe trabajar el hombre / para ganarse su pan / pues la miseria en su afán / de perseguir de mil modos / llama a la puerta de todos / y entra en la del haragán..." Alerta acerca de los pesares que puede acarrear a la existencia la falta de trabajo. El ocio es enemigo del negocio. Esto mismo dice Nicolás Maquiavello en "El príncipe", sólo que su alusión está relacionada con el concepto de territorio.
Trabajar proviene del latín tripaliare que a su vez proviene de la palabra tripalium que literalmente significa "tres palos". Parece ser que el tripalium era un yugo en el que se colocaba a los esclavos para azotarlos (el trabajo asociado desde su misma esencia con el castigo físico, se sacrificaba a inocentes y por eso lo entendemos como sacrificio).
Las encíclicas papales sostienen que el trabajo dignifica al hombre; quien lo tiene lo merece: ser digno significa merecer. La Declaración Universal de los Derechos Humanos registra este tema en sus artículos, también lo hace la Constitución Nacional y la obra gauchesca por excelencia de la literatura argentina alude al mismo. El trabajo tiene fuerza de ley para Fierro: "El trabajar es la ley / porque es preciso alquirir / no se expongan a sufrir / una triste situación / sangre mucho el corazón / del que tiene que pedir..."
Lo cierto es que no hay trabajo sin trabajador y que la fuente de energía de la que emana esa maravillosa maquinaria capaz de modificarlo todo tiene desde la más remota antigüedad, la marca del cansancio, esfuerzo, sacrificio, pero también posee como cualquier pequeño milagro cotidiano, la recompensa. El trabajo no debería cansar sino renovar energías para ir por más dedicación, entusiasmo y compromiso. Porque en esa dinámica eterna del esfuerzo y la consecución del logro está el secreto de la juventud, aquella fuerza que se siente en el corazón y que se tiene en el alma. ¿Acaso no es un trabajo ser humano?
Marcela Ruiz
Profesora de literatura
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