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 sábado, 30 de abril de 2005  
Decisión de vida

Podría decirse que hay personas que tienen una capacidad excepcional para ver, metafóricamente, el vaso siempre medio vacío y sostener sólidos argumentos para demoler todos nuestros intentos de mostrarles que puede haber, al menos, otra perspectiva menos aciaga.

La noción de esperanza ha sido objeto de análisis de los teólogos, y desde el medioevo la han considerado una de las virtudes teologales, junto con la fe y la caridad. Estas virtudes, las teologales, se caracterizan por ser infusas, es decir que se producen en los seres humanos sin su propia intervención (no son adquiridas sino dones trascendentes) y los encaminan hacia la felicidad sobrenatural.

También los filósofos han tratado este concepto en muchas ocasiones a lo largo de la historia, aislándolo de ese sentido místico. Podemos distinguir, así, una esperanza ligada a la "espera", aguardar a que algo suceda, y otra ligada a la "expectación", tener el deseo y la confianza que vaya a acontecer. La esperanza está relacionada, por una parte, con la fe y la confianza que son estados de conciencia del sujeto, y por otra, con las condiciones de la realidad que no tiene un solo y exclusivo ángulo de interpretación.

Esas condiciones que prescribe la realidad no constituyen un absoluto que podamos calificar taxativamente como adverso o favorable, sino que esta apreciación positiva o negativa está en relación con nuestras fortalezas y debilidades (las aptitudes que tenemos o de las que carecemos para hacer frente a aquello que tenemos que resolver).

La esperanza se nos presenta, entonces, como una actitud frente a la vida, un enfoque a partir del cual se mira la realidad de una manera delimitada: con la confianza en las posibilidades positivas. Representa una cierta creencia, una aspiración o convicción determinada por esa fe en que lo que vendrá será mejor que lo presente. Litto Nebbia sabe que "sólo se trata de vivir" y que "debés andar por nuevos caminos para descansar la pena hasta la próxima vez. Seguro que al rato estarás amando, inventando otra esperanza para volver a vivir."

Sería oportuno diferenciar la esperanza de las falsas ilusiones que es una actitud en la cual no se tiene en cuenta la realidad y sus condiciones, sino únicamente los deseos del sujeto que pretende modificar, adecuar e, incluso, forzarla en función de sus intereses. Las falsas ilusiones nos llevan, muchas veces, al camino de la decepción y la desesperanza.

¿Por qué algunas personas ven lo negativo y nada de lo positivo en cada situación? Quizás, podríamos suponer que sus contextos están más densamente poblados de adversidades. Tal vez esa profusa concatenación de obstáculos se combina con una falta de fe y confianza en sus propias posibilidades, estimulado por expectativas exageradas y poco factibles que resultan filtros de alejamiento y distorsión de lo real.

El futuro no nos asalta por sorpresa, también participamos de su construcción a partir de nuestras elecciones en el presente. Nuestros proyectos nos lanzan hacia el mañana y pueden llevarse a cabo si tenemos una visión esperanzada. No es lo mismo proyectar que hacer planes rígidos que se caracterizan por la incapacidad de adecuarse a los múltiples cambios del contexto, y que nos exponen muchas veces a fracasos y frustraciones. En tiempos de crisis y pesimismo es apropiado recurrir a la esperanza como el último bastión que nos impide desplomarnos en el vacío.

En esos momentos, paradójicamente, es cuando más se justifica su razón de ser. Como en el mito de Pandora cuando todos los males se han desperdigado por el mundo, la esperanza es lo único que queda en el interior de la alegórica caja como última defensa para que la humanidad se proteja de su potencial autodestrucción. La reflexión puede ampliar nuestra percepción para ayudarnos a redescubrir que la existencia es un fluir constante, que se torna placentera o dolorosa, desde las particulares circunstancias en que cada uno se encuentra. Quizás no podamos obligar a que otros tengan una visión más esperanzada. Tal vez con Martin Luther King podamos confortarnos con la convicción de que si ayudamos a una sola persona a tener esperanza, nuestra vida no habrá sido en vano.

Alicia Pintus

Filósofa y educadora

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