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miércoles,
20 de
abril de
2005 |
Teatro y juegos, otra forma de superar la ansiedad
Novedosas técnicas lúdicas disminuyen tensiones y aportan una herramienta terapéutica para solucionar la fobia social y el pánico
María Laura Favarel / La Capital
"Cada vez que iba a rendir un examen tenía grandes ataques de llanto y dolores físicos. Al principio, mis compañeros me consolaban diciendo que eran los nervios y que todos estaban así, pero llegué hasta el punto de anularme y de no poder rendir un examen. No sabía qué tenía, hasta que me dijeron que lo mío era fobia social", confesó Verónica a La Capital luego de haber transitado por diferentes tratamientos para solucionar esta forma de ansiedad, que induce al temor y la vergüenza ante la mirada del otro. Un día Verónica se enteró de que había una forma diferente de tratar su problema. Descubrió que a través del arte y del juego podría vencer sus temores. La novedad llegó a través del grupo "Soltar Amarras", en el que una de sus psicólogas incorporó los juegos teatrales y las técnicas expresivas como una alternativa terapéutica.
"La fobia social, la ansiedad generalizada y el pánico se desvanecen con el juego", afirmó la psicóloga Graciela Novoa a La Capital. "La tensión se afloja con la risa y los miedos desaparecen cuando se desdramatizan situaciones cotidianas", agregó.
Novoa, junto a la profesora de teatro Alicia Castro, incentivan las capacidades expresivas de los pacientes a través de los talleres grupales. "Se trata de que la persona saque lo que ya tiene en su interior que no puede expresar, y descubra sus potencialidades".
Así fue que Verónica comenzó con los talleres mientras continuaba con la terapia psicológica. "En el taller de habilidades sociales interpretábamos canciones y luego las representábamos. Otra vez hacíamos juegos de teatralización, siempre con el fin de perder el miedo al ridículo. De pronto sentí que en un grupo a todos les sucede lo mismo y nadie se ríe de tu problema", relata Verónica.
La terapia utilizada por Novoa incluye talleres semanales donde los pacientes intercambian técnicas expresivas que posibilitan acceder, desde un lenguaje diferente, a la salud y al desarrollo de potencialidades creativas. Algunas de las herramientas más frecuentes son los ejercicios de relajación y respiración, el baile o la representación de personajes imaginarios. También se realizan trabajos con los demás, ya que a través del contacto visual, verbal y corporal, la persona puede amigarse consigo misma.
"Generalmente surge el buen humor y el alivio. A través de la acción teatral, con un guión espontáneo, los personajes dinamizan al grupo y lo integran. A su vez, el juego de los roles permite investigar zonas evitadas y superarlas. La transformación de lo terrorífico, lo temido y evitado por su exageración al absurdo, se convierte en una situación divertida, risueña. Así se logra lo que dijo uno de los participantes hago tanto el ridículo aquí que afuera ya nada me asusta", relató la psicóloga.
A través del trabajo en grupo las personas logran tomar conciencia y reelaborar aquellas ideas negativas que tenían sobre sí mismas y que le impedían una valoración positiva de su identidad personal y social. Asimismo, al percibir al otro como un igual, recuperan sentimientos de confianza y cooperación. "Se trata de tener al cuerpo como un aliado, alguien que me informa de algo que necesito. Entonces si tengo un dolor no me tomo una medicación para ocultarlo, sino que trato de ver qué me está pidiendo. A lo mejor es porque no comí o porque estoy contracturada y necesito ir al gimnasio", señaló.
Los pacientes que participan del taller no siempre necesitan una terapia individual. Algunos sólo participan del grupo, aunque es frecuente la combinación de ambos abordajes.
Verónica participó de esta actividad cuando tenía 24 años y estudiaba Derecho. Ahora ya está recibida, estudia otros idiomas, el profesorado y un posgrado. También trabaja como voluntaria en Soltar Amarras con el fin de ayudar a otros.
Reconocerla a tiempo
La ansiedad, en sus diversas manifestaciones, tiene síntomas claros que permiten tomar recaudos. Los dolores musculares, la cefalea constante y los trastornos del sueño son algunas señales que advierten la presencia de un trastorno de ansiedad, pero son los síntomas menos ruidosos. "En estos casos la gente los sobrelleva y se automedica con un alto costo físico y una mala calidad de vida", señaló la especialista. Sin embargo, esto no sucede con la crisis de pánico que necesariamente se hace oír y lleva a la persona a consultar con un profesional.
Cuando se despierta algún trastorno de ansiedad se produce una desconexión entre lo que dice la cabeza (lo que tengo que hacer) y la respuesta del cuerpo. Se da una pérdida de registros entre lo que pide el cuerpo, que puede ser descansar, comer o recrearse, y lo que dicta la mente. Generalmente el cuerpo viene hablando a la persona y no es escuchado, entonces grita y se expresa con síntomas que la persona no puede dejar de escuchar.
"En todos los casos de ansiedad se nota poco autocuidado y desatención de las propias necesidades", comentó la psicóloga. En general sucede a personas muy exigentes consigo mismas y excesivamente responsables, que se rigen por el "deber ser" y que "no pueden flexibilizar sus obligaciones para dar más espacio a otras necesidades personales".
"Cuando aparece el trastorno de ansiedad, se presenta una oportunidad para la reflexión. Toda enfermedad representa una dolorosa herida al ego, a la omnipotencia, supone confusión y sufrimiento, pero es la oportunidad de reencontrarse con necesidades genuinas, recuperar el sentimiento intenso de estar vivo y no sobreviviendo, de encontrarse con la alegría y el goce, de recuperar un sentimiento de totalidad, de unidad con uno mismo y en el encuentro con otros. Toda crisis es la oportunidad de cambio, de aprendizaje y de crecimiento", destacó Novoa.
La profesional aconsejó prestar atención a los primeros síntomas porque la ansiedad patológica y el estrés están íntimamente conectados con el surgimiento de otras enfermedades orgánicas como úlceras, colon irritable, cáncer, trastornos coronarios, accidentes cerebro-vasculares, depresión, adicciones y disfunción sexual. "Cuando se desata una de ellas es preciso que la persona reflexione sobre cómo está viviendo", subrayó.
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Los talleres de dramatización, otro método.
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