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miércoles,
20 de
abril de
2005 |
Indiferencia política sobre el pasado belicista
Lars Nicolayen
Tokio. - Las violentas protestas antijaponesas en China despiertan incomprensión e indignación en Japón. Comentaristas criticaron, que a pesar de sus compromisos internacionales, China no ha hecho lo suficiente para la protección de los consulados y empresas japoneses. Se dan diferentes razones para los disturbios: desde la influencia de la educación nacionalista en China hasta la suposición de que la crítica a Japón es una válvula de escape para las tensiones acumuladas en el propio país. Sin embargo, la opinión pública no discute la cuestión de si es probablemente la propia forma de abordar su pasado la que se está vengando de Japón.
Claro que también en Japón se llevan a cabo análisis autocríticos de la propia historia. Sin embargo, observadores echan de menos la voluntad política de enfrentarse al pasado bélico de tal manera que también los vecinos queden convencidos.
Por el contrario, el Japón oficialista presenta argumentos legales, como el tratado de paz de 1952, con el que el capítulo de la culpa en relación a la guerra se considera zanjado. Sin embargo, las principales víctimas -China y Corea- ni siquiera estuvieron presentes en la mesa de negociaciones. Además, las pretensiones personales de las víctimas de los japoneses, como las personas obligadas a realizar trabajos forzados o las mujeres obligadas a prostituirse, carecen de importancia.
La comparación con Alemania y su forma de abordar el Holocausto, de nuevo aducida por China, no es válida, opinan muchos japoneses. A pesar de que las tropas niponas se comportaron con frecuencia de forma bárbara, las propias atrocidades fueron los efectos secundarios de una campaña militar, y no un acto del proyectado aniquilamiento de todo un pueblo, dicen.
El hecho de que determinados aspectos del pasado bélico no hayan sido tratados, ha originado en Japón una comprensión contradictoria de la historia. Así, los inhumanos experimentos médicos llevados a cabo en personas por la unidad 731 en Manchuria, por ejemplo, no fueron abordados ante el Tribunal de Crímenes de Guerra en Tokio.
Postura contradictoria
También el hecho de que por iniciativa de EEUU, el emperador Hirohito no sólo no haya sido responsabilizado, sino incluso mantenido en el cargo, es para los observadores un motivo por el cual la superación del pasado bélico acabó pasando a un segundo plano. A ello se suma que la conciencia de culpabilidad está poco desarrollada, porque muchos japoneses ven a su país también como víctima, a causa de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Esta postura contradictoria ha llevado a que también las palabras de disculpa y de condolencia del premier Junichiro Koizumi despertaran el escepticismo en China. Al fin y al cabo, el primer ministro ha visitado cada año, desde la asunción de su cargo, el controvertido santuario de Yasukuni.
Koizumi persigue junto a EEUU un papel militar fuerte de Japón a nivel internacional. Al mismo tiempo, China es considerada explícitamente una amenaza militar, con la cuestión de Taiwán como fondo. Este aplomo mostrado por Japón anima, según los críticos, a determinadas personas de círculos nacionalistas a perseguir sin escrúpulos sus objetivos, como queda demostrado en la interpretación de la historia en los controvertidos manuales escolares.
Por otro lado, Koizumi quiere para Japón un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y se ha unido para ello con Alemania, India y Brasil. Sin embargo, ello sólo sería posible si China no hace uso de su derecho a veto. Ahora sólo hay que esperar si Koizumi y la cúpula China pueden ponerse de acuerdo, con el reciente conflicto como fondo, acerca de las condiciones para la renuncia de China al veto. (DPA)
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