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 miércoles, 20 de abril de 2005  
El sucesor
Un crítico de la "dictadura del relativismo"

Allá por 1964, el joven teólogo Joseph Ratzinger sintió un profundo desasosiego al viajar entre Alemania y Roma durante las sesiones de preparación del trascendental Segundo Concilio Vaticano.

Por entonces era un sacerdote de 37 años que asistía a un cardenal y al que los debates en torno a reformas le resultaban apasionantes, pero que tenía la sensación de que se había perdido el control de la situación.

Cada vez que regresaba a casa, notaba que el ánimo de la Iglesia y de los teólogos estaba agitado. Reinaba una impresión cada vez más fuerte de que nada perduraba en la Iglesia, que todo podía ser reconsiderado.

Ya pasaron cuatro décadas, y Ratzinger todavía alberga el mismo temor. Anteayer, en el servicio que celebró antes del inicio del cónclave en que sería elegido Papa, advirtió acerca de los peligros de lo que describió como "una dictadura del relativismo que no reconoce ninguna certidumbre y que tiene como su principal objetivo el propio ego y los propios deseos".

Esa determinación a hacer frente lo que considera el camino equivocado le granjeó la enemistad de muchos y apodos como el "Gran Inquisidor", una imagen acentuada por sus ojos oscuros, el fuerte acento con que habla italiano, y su estilo tímido, erudito. Sus antiguos estudiantes de la cátedra de teología, no obstante, dicen conocer a un Ratzinger distinto. Lo describen como un profesor que fomentaba las discusiones y reticente a imponer sus puntos de vista a los estudiantes.

"Creo que su imagen negativa obedece a algo que va contra su naturaleza: el tener que haber dicho que «no» todo el tiempo", comentó el reverendo Vincent Twomey, quien fue alumno de Ratzinger en la Universidad de Regensburg en la década del 70 y ahora enseña en la Universidad Pontificia de Maynooth, Irlanda.

El reverendo Stephan Otto Horn, otro ex estudiante de Regensburg, recuerda una ocasión en la que otro seminarista objetó duramente algo que él había dicho sobre los cristianos en Alemania durante el nazismo.

Ratzinger intervino de inmediato y defendió su derecho a opinar. Horn dice que Ratzinger comentó: "En mi círculo, uno tiene derecho a decir lo que piensa".

Desde temprana edad Ratzinger mostró dos facetas que lo han caracterizado: una amplia actividad intelectual y una profunda piedad católica romana tradicional.

Nació el 16 de abril de 1927, el sábado previo a las Pascuas, y fue bautizado el mismo día en la pequeña población bávara de Marktl Am Inn.

"El que mi vida haya estado inmersa desde un comienzo en el misterio de las Pascuas es algo que me llena de gratitud", declaró en su autobiografía, "Aus Meinem Leben" (acerca de mi propia vida).

Su padre era un policía al que trasladaban con frecuencia, por lo que Ratzinger siempre dice: "No sé exactamente de dónde vengo". La familia finalmente se radicó en Traunstein, un pueblo a unos 30 kilómetros de la localidad austríaca de Salzburgo.

La Iglesia desempeña un papel prominente en esta pequeña población bávara, y fascinó a Ratzinger desde siempre. Fue allí donde tomaron fuerza sus creencias y donde se hizo un firme defensor de las tradiciones de la Iglesia.

El ahora nuevo Papa se siente como en su casa en Traunstein y regresa con frecuencia, según el director del Seminario de San Miguel, donde estudió Ratzinger, el reverendo Thomas Freuenlob.

"Le tengo mucha simpatía, lo admiro. Dicen que es muy conservador, pero es una persona muy dedicada, que desea preservar la Iglesia", afirmó Freuenlob.

Agregó que una de las facetas más destacables del flamante pontífice es "la honestidad de su fe en Dios y la Iglesia, la cual pesa más que la opinión pública o lo que digan sus colegas". (DPA)
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Los críticos le objetan su rechazo a los que se alejan de la doctrina.

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