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| miércoles,
06 de
abril de
2005 |
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 | Charlas en el Café del Bajo
-Escuche, escuche con atención, Inocencio. Primero escuche esto, después voy a hablar de algunos políticos.
-A ver, a ver. Lo escucho.
-Llévame al teatro, hijo, que aún no estoy tan viejo.../Escucharé los preludios a tu lado, cerca.../Llévame a la calle, hijo, que aún tengo piernas buenas, a caminar sin rumbo fijo; a tu lado no me sentiré viejo.../Invítame a tu casa, hijo, un domingo a la mañana, a compartir una buena mesa y sentirme acompañado.../Háblame con cariño, hijo, no me retes ni te exaltes, los viejos somos niños buenos.../Festejen mis ocurrencias, no critiquen mis locuras.../Trataré de ser valiente aunque surjan amarguras.../No me alejes de tu lado, no me hables con engaños.../Ven a verme a casa, hijo, que no te pediré nada, solamente tu presencia y contemplar tu linda cara.../No me dejes triste y solo ni me metas en la cama.../Los doctores se equivocan: el dolor está en el alma".
-¡Pero qué lindo! ¿De quién es?
-Le cuento la historia de cómo llega a mis manos este escrito que pertenece a un señor rosarino llamado Alberto Gershanik y que el lunes pasado cumplió años. Pasó la barrera de los 83 creo, si mal no me han informado. Pues bien resulta que este buen hombre despertó la admiración de dos damas que el domingo por la tarde paseaban por la costanera cuando lo descubrieron en una de las ferias de artesanías que hay por la zona. Según me han dicho, don Alberto reparte por allí sus poemas y escritos, dejando estampadas en las almas de los concurrentes una impresión amorosa.
-¡Qué bueno!
-Gratamente asombradas estas dos damitas me hicieron llegar este escrito que, desde luego, me apresuro a compartir con todos los lectores porque es hermoso y narra una verdad indudable: la soledad de aquellos seres humanos que en el final de la vida están solos. Quiero aclarar, de todos modos y por lo que sé, que don Alberto tiene hijos que lo quieren mucho y le dan su afecto, así que este buen hombre ha sabido ver, comprender y reflejar en sus palabras esa realidad que sufren tantos muchachos de la tercera edad. Tengo otros escritos de él, tales como una "Declaración de guerra a la vejez", un poema llamado "Acercamiento" y otras cositas. Desde aquí queremos rendir un cálido y profundo homenaje a don Alberto Gershanik y un agradecimiento.
-¿Un agradecimiento? ¿Por qué?
-Por ser un soñador, por ser un idealista, por no dejar solos a tantos soñadores, idealistas, a veces injustamente insultados, humillados, sometidos y desamparados. Me alegra que exista gente como Gershanik, como Resquín, como esas chicas del Opus Dei que hace unos días volvieron a La Quiaca, a un aldeita perdida en el mundo para ayudar a los olvidados aborígenes de esa región.
-¿Ahora pertenece al departamento de marketing del Opus Dei?
-No, sólo destaco una actitud digna de ser destacada y no hago como algunos "señoritos", rápidos para discriminar sin saber bien de qué se trata. Hay evangélicos buenos y malos; hay judíos buenos y otros mejor no encontrarlos; hay católicos excelentes y otros que se aprovechan de la iglesia; hay musulmanes buenos, devotos y respetuosos de Dios y otros que en nombre de Dios matan. Siempre me voy a quedar con la gente buena, no importa a qué institución pertenezca. En el Opus Dei hay gente idealista, maravillosa, que hace un trabajo de ayuda excepcional y hay que decirlo. Como también digo, por ejemplo, que hay progresistas que me honran con su amistad y otros que son progresistas por plata e interés y que reciben giros de...
-Pare, pare. No se haga odiar ¿Qué iba a decir de los políticos?
-Que también hay políticos buenos. Quiere que le diga una cosa, anteayer me llamó un funcionario cuyo nombre no voy a decir a quien yo lo he cuestionado bastante. Debo decir la verdad; me hizo sentir bien que me llamara, no porque me sienta importante, porque yo, como dijo un periodista y persona excepcional una vez, Gastón Bozzano, "no me la creo", sino porque me demostró hombría de bien y eso lo valoro mucho. Mañana, le voy a contar lo que me pasó una vez con el ex ministro y ex juez de cámaras Jaime Bélfer, un tipo maravilloso a quien con la historia le voy a rendir un homenaje. Esa vez me dio una lección.
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