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 domingo, 27 de marzo de 2005  
Arrepentido. La increíble historia de un hombre que turbado por sus recuerdos optó por publicar su sufrimiento en una carta
Atropelló a una mujer hace 11 años, se fugó y ahora decidió confesarlo
Un domingo lluvioso embistió con un auto prestado a una anciana que, golpeada por otro vehículo, luego murió

Diego Veiga / La Capital

Doña Manuela apareció de repente. La intensa lluvia y el camión de mudanzas estacionado casi en la bocacalle de Uriburu y pasaje Mellián le tendieron una trampa mortal. Angel Ortolani no alcanzó a reaccionar. El Fiat 125 que manejaba la tocó de costado y la mujer voló por el aire. Lo único que pudo ver por la luneta empapada fue cómo la anciana golpeaba contra la parte trasera de una camioneta, que tras el impacto se detuvo para auxiliarla. Paradójicamente, quien conducía esa camioneta era amigo de Doña Manuela y desde ese día nunca más volvió a la iglesia Nuestra Señora de la Guardia, donde cada domingo se sentaba junto a ella a escuchar misa. Le quitaron el carné y estuvo cuatro años y siete meses sin poder conducir.

Angel, en tanto, se asustó, huyó y vivió con la imagen del accidente cada día de su vida durante casi once años. Hoy, sumido en el remordimiento y en medio de una crisis anímica por la pérdida de su hermano y algunos problemas económicos, decidió contar la historia y para eso escribió una carta a La Capital. "Este episodio me tortura por no haber obrado correctamente y quiero hacerlo conocer para tranquilizar mi conciencia", admitió.

El hecho que marcó a fuego su vida y la de los otros protagonistas de esta historia ocurrió el 1º de mayo de 1994. Ese domingo, la noticia de la muerte de Ayrton Senna en el circuito de Imola se había convertido en tema de conversación casi excluyente en los quioscos de diarios y los pocos comercios abiertos de la ciudad.

"Yo venía por Ovidio Lagos y doblé en Uriburu. Era cerca del mediodía y llovía mucho", recuerda ahora Angel, un hombre de 65 años que se muestra profundamente arrepentido mientras recibe a este diario en su casa.

"Me acuerdo que ni bien doblé, a las pocas cuadras había un camión muy grande estacionado y la señora apareció por delante. Fue imprevisto, se cruzó... y la toqué, la choqué prácticamente. La tiré hacia un costado y la agarró una camioneta que venía unos metros atrás", dice, mientras improvisa unas sillas con cajones de frutas vacías que forman parte de un proyecto de verdulería que desde hace un año ya no funciona.

Asegura que no se detuvo porque se asustó y al auto, "un Fiat 125 amarillo", se lo había prestado un amigo para ir hasta Villa Diego. Pero el viaje nunca se concretó. Después de atropellar a la anciana, Angel fue hasta su casa y permaneció allí todo el domingo, solo, ya que su mujer y sus hijos habían viajado.

Mientras tanto, en Uriburu y pasaje Mellián la escena fue desgarradora. Orlando Scattemburlo vio "un bulto con un paraguas volando por el aire" y luego sintió el impacto "en la parte trasera derecha" de su camioneta.

"Cuando me bajé y vi a Doña Manuela tirada en el suelo me quise morir", recuerda ahora, casi once años después de aquel accidente y en medio de un estado de confusión y sorpresa al recibir a La Capital justo dos días antes de su cumpleaños número 51.

No se preocupa por ocultar lágrimas, tiembla y hasta se le pone la piel de gallina. De a poco, reproduce en detalle el accidente que también marcó a fuego su vida. "Era un domingo a las 12 del mediodía. Llovía muchísimo. Yo venía por Uriburu hacia San Martín del lado del cantero. Tenía una camioneta Chevrolet Silverado color gris y adelante, del lado de la derecha, venía un Fiat 125 amarillo o un 1600, no recuerdo bien", dice, y subraya que "fueron fracciones de segundo. El auto le pegó y Doña Manuela salió volando y pegó contra mi camioneta".


Recorriendo el pasado
Minutos después, invita al cronista a subir a su camioneta y sale hacia Uriburu para mostrar en el lugar cómo ocurrieron los hechos. "Yo venía por acá y cuando vi el bulto volando y sentí el impacto, me subí arriba del cantero central y frené para ver lo que había pasado", cuenta mientras reproduce el mismo movimiento y su vehículo queda montado sobre el cantero en Uriburu y pasaje Mellián, exactamente igual que hace casi once años.

El 3 de mayo de 1994, dos días después del accidente, La Capital publicó la noticia y destacó que la mujer, de 83 años, "cruzaba la calle en la intersección de Dorrego y Uriburu, fue embestida violentamente por una pick-up Chevrolet y dejó de existir como consecuencia de las graves heridas recibidas".

La camioneta era la de Orlando, el mismo que ahora no puede creer que el hombre que embistió a la anciana delante suyo y se fugó, haya decidido contar la historia.

Si bien la Justicia lo declaró inocente, un fallo en segunda instancia culpó a Orlando y le retiraron el carné durante "cuatro años y siete meses". Cuando se produjo la apelación, su compañía de seguros -General Paz- ya no existía y no tuvo defensa. Hasta el día de hoy sigue preguntándose por qué su abogado "no presentó testigos. Ese día había mucha gente y todos vieron cómo el otro auto huyó", asegura.

Vivir después de ese suceso no le fue fácil. "A Doña Manuela la conocía de chico. Yo siempre iba a misa de las siete a la iglesia de La Guardia y me sentaba en el último banco junto a ella. Desde el día del accidente nunca más pude volver a esa iglesia, ahora voy a la San Antonio", indica.

Burla del destino o vaya a saber qué, esa iglesia de San Martín y Ayolas es la misma que también elige Angel para sentarse horas "a reflexionar". Es más que probable que muchas veces se hayan cruzado y hasta estrechado sus manos a la hora de darse la paz.

Desde 1994, cada 1º de mayo se acerca hasta la tumba de la anciana a llevarle una flor y cada fin de año va a saludar a la hija de la mujer, Carmen Costa, que vive a pocas cuadras de su casa. Y a la hora de buscar una respuesta sobre el accionar de Angel, prefiere refugiarse en su profunda fe cristiana. "Dios es justo. Alguien, en algún momento de la vida iba a aparecer a contar lo que pasó en realidad. Muy dentro mío sé que a Doña Manuela no la maté y el que está allá arriba (en referencia a Dios), también lo sabe", asegura.

Mientras tanto, Angel se muestra arrepentido y plasma su dolor en la carta que envió al diario. "Le pido al conductor de la camioneta y principalmente a los familiares de la señora que me perdonen por no haberme detenido y no haber asumido mi responsabilidad. Se que no voy a poder reparar el dolor que causé, pero por lo menos diciéndolo públicamente alivio mi conciencia, que me tortura desde hace tantos años".

El pedido del hombre no le alcanza a la hija de Manuela. Sólo Carmen sabe lo que le costó reponerse y ahora este suceso viene a revolver en su pasado. ¿Por qué no dio la cara en su momento? se pregunta una y otra vez, convencida de que "una actitud tan cobarde no puede tener perdón" (ver página 6).
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"Fue un accidente, no un crimen", afirma Ortolani.

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