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 sábado, 05 de marzo de 2005  
Reflexiones
Al otro lado del río

"Clavo mi remo en el agua. / Llevo tu remo en el mío. /Creo que he visto una luz / al otro lado del río...". Hermoso, ¿verdad? Pues que se lo digan a Jorge Drexler, ese cantante uruguayo afincado en Madrid desde hace una década. Es la estrofa de una de sus canciones, digamos que de su canción por excelencia desde el pasado domingo. La nominaron para un Oscar en la categoría de Mejor Canción Original y, miren por donde, el muchachito se ha llevado el gato al agua. Claro que su imagen, la de Drexler, digo, no es la que los productores de esa gran ceremonia del cine tenían pensada divulgar por los cinco continentes. Jorge es latino, delgaducho más bien, y poco o nada conocido en la América de George W. Bush; de ahí que no contaran con él para que interpretara su propia canción en el Kodak Theatre. Hace justo una semana que Drexler manifestaba en Los Angeles su disgusto: "Son los productores del show quienes tienen una visión reduccionista de lo que es un artista latino, tratándonos como un grupo homogéneo de piezas intercambiables, en el que el único criterio válido es el índice de audiencia".

La canción obtuvo dos días después el soñado reconocimiento, pero fue interpretada para el mundo por Antonio Banderas (un latino mucho más resultón ante las cámaras) y por el legendario Carlos Santana disfrazado del Che. Ocurrió durante la ceremonia. Cuando Prince dio a conocer la composición ganadora, Jorge Drexler halló el momento de su vida. Ahora sí. Respiró hondo, salió a escena y en lugar de desplegar la lista de los agradecimientos o despacharse con un mal chiste, lo único que hizo fue cantar: "Clavo mi remo en el agua...". Hay quien calificó la acción de "justicia poética"; otros, de "dulce desquite"; algunos hablaron de "estocada de artista". De cualquier modo, Jorge dejó clara la clase que le asiste, la intachable elegancia de un cantautor hispano que, a mucha honra, incumple el estereotipo del showman hollywoodense. Se le vio emocionado al hablar de España: "Hacedme vuestro", dijo. Y, la verdad, a ver quién le niega ahora el pan, el saludo y el abrazo.
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