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 domingo, 13 de febrero de 2005  
El rol de Estados Unidos

El escenario de la política internacional de los últimos días estuvo fuertemente marcado por las tensas relaciones entre la potencia cada vez más excluyente en un mundo unipolar, los Estados Unidos, y dos países pertenecientes a la periferia del globo y cuyo nivel de integración con el resto de las naciones es virtualmente nulo: Irán y Corea del Norte.

El régimen de Pyongyang hizo un anuncio que sacudió a todas las redacciones periodísticas: su flamante pertenencia al club de los poseedores de bombas atómicas generó lógica preocupación, dado el aislamiento político en que se encuentra el país y las permanentes hostilidades que lo enfrentan con su vecino del sur, apoyado por EEUU.

Sin embargo, la reacción norteamericana ante la amenaza sorprendió por la insólita moderación de que hizo gala. El jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, admitió sentirse "preocupado"; el portavoz del presidente George W. Bush, Bill McClellan, se limitó a comentar que Corea del Norte no había transmitido "nada nuevo", y la secretaria de Estado y notorio referente de la línea dura, Condoleezza Rice, apenas calificó de "desafortunado" el comunicado norcoreano. La sorpresa provocada por tanta cautela proviene de la contrapuesta actitud que la Casa Blanca adopta ante las cuestiones de Medio Oriente, donde tras la intervención en Afganistán y la conflictiva invasión al Irak de Saddam Hussein ahora parece apuntar sus cañones contra Irán, gobernado por un régimen islámico desde el derrocamiento del sha en 1978.

La justificada preocupación que embarga a muchos es si el próximo blanco de la agresiva política exterior estadounidense -notoriamente reforzada por la reciente reelección presidencial- no será Teherán. A esta altura, cuando la actitud europea se limita a una cómoda prescindencia -con la excepción de Gran Bretaña, socio incondicional de EEUU-, la pregunta es si las Naciones Unidas permanecerán nuevamente impávidas ante tan flagrante violación de las deseables normas de convivencia entre los Estados. El rol de gendarme internacional, con indudables rasgos mesiánicos, que se autoadjudica Estados Unidos se presenta como una amenaza a la paz del mundo.

El combate al terrorismo, objetivo en que no se puede ceder, no debe aparecer como la excusa para fundamentar actos reñidos con el derecho y cuyas víctimas mayoritarias pertenecen al bando de los inocentes.
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