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 domingo, 13 de febrero de 2005  
La oposición estadounidense busca recuperar el poder político perdido frente a los republicanos
Los demócratas eligen a Howard Dean para reflotar el alicaído partido
El ex gobernador de Vermont y acérrimo opositor de Bush obtuvo un masivo respaldo para ocupar el cargo

Washington. — Los demócratas eligieron ayer como presidente de su partido a Howard Dean, un habilidoso recaudador de fondos cuyos comentarios cáusticos y directos suelen generar polémicas. Este declarado opositor a la guerra de Irak y considerado uno de los políticos más a la izquierda del partido, obtuvo durante el congreso demócrata en Washington el respaldo por aclamación de una amplia mayoría de los 447 delegados y tendrá la ardua tarea de reflotar el partido tras la pérdida de los comicios presidenciales de noviembre pasado. Dean fue elegido por el Comité Nacional Demócrata para reemplazar al saliente jefe partidario Terry McAuliffe.

  De este modo, Dean, quien hace un año perdió ante John Kerry en las elecciones internas demócratas para elegir a un candidato presidencial, se convierte en el primer político de alto perfil que en la historia reciente de los demócratas asume la dirección del partido. Dean criticó la política presupuestaria del presidente George W. Bush, que calificó de “desconsiderada e irresponsable”. Anunció una intensa campaña de su partido, sobre todo acerca de valores básicos “para que los norteamericanos vuelvan a saber qué es lo apoyamos los demócratas”.


Algunos reparos
Los demócratas intentan renovar su campaña para conquistar el poder político, aunque algunos admiten que ven la selección de Dean (ex gobernador del Estado de Vermont) con cierta ansiedad. Bush recién ha comenzado su segundo mandado. Los republicanos controlan la Cámara de Representantes y el Senado, y el partido oficialista está ganando fortaleza en los Estados conservadores del sur y el oeste del país.

El resurgimiento de uno de los primeros y más feroces opositores a la guerra de Irak y al presidente Bush llega tres meses después de unas elecciones que algunos demócratas vieron como una señal de que el partido necesita un enfoque más moderado para ampliar su base y atraer votantes en zonas como el sur y los Estados del centro del país.

Dean cortejó a los líderes del partido con sus promesas de centrarse en las operaciones en los Estados, dar más energía a los movimientos de base y construir un ejército de pequeños donantes, similar al que construyó para apoyar su campaña a la nominación.

Esta elección también supone una venganza y un nuevo papel para este político que logró atraer a los votantes jóvenes hacia el partido y rompió récords de los demócratas con su financiación a través de Internet, antes de que su campaña perdiera fuerza súbitamente ante el senador John Kerry.

Los votantes de Iowa y New Hampshire, los primeros Estados en elegir candidato demócrata, se echaron atrás ante su estilo brusco y prefirieron al candidato que veían con más posibilidades de derrotar a Bush, el senador por Massachusetts, pero éste perdió finalmente el comicio ante Bush tras una amarga campaña electoral.

Los republicanos, en tanto, no han ocultado su alegría por la elección del ex gobernador de Vermont como jefe de los demócratas. “Los demócratas vuelven a cometer una tontería y confían la dirección a su izquierdista más conocido”, se reía el conservador Martin Gross, para quien se trata de un “auténtico intento de suicidio del partido”.

Porque aunque los presidentes de partido en EEUU sean más bien una especie de jefes administrativos y generalmente no se presentan como candidatos presidenciales, la elección de Dean, quien no tiene otros rivales para el puesto, tiene un efecto de señal: esta decisión demuestra, a juicio de muchos demócratas, el desamparo de la oposición estadounidense frente a los triunfantes republicanos. Y es que Bush no sólo obtuvo 3,5 millones de votos más que Kerry, también en los comicios para la Cámara baja y el Senado tuvieron éxito los republicanos. Además, cuentan con una mayoría de gobernadores.

Entre bastidores, los demócratas discuten agriamente cómo ganarse a la mayoría, obviamente conservadora y religiosa, de EEUU: bien con una estrategia hacia el centro, una política de “republicanismo light”, como apoyan los senadores Hillary Clinton y Joe Lieberman, o con una apuesta por la izquierda con un hombre como Howard Dean.

Con su debate sobre los valores, Bush no sólo logró movilizar a la derecha sino también consiguió penetrar en capas tradicionalmente demócratas como obreros cualificados, judíos, latinos y sobre todo mujeres. Ante este panorama, ¿qué demócrata tendría una auténtica posibilidad de ganar en 2008?, se pregunta el partido. Una opción sería Hillary Clinton. Pero también los demócratas dudan de si esta mujer liberal, esposa del ex presidente, conseguirá ganarse a los conservadores.


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Dean es uno de los políticos más a la izquierda del partido.

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