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 domingo, 13 de febrero de 2005  
Impulso creador de vida

El hombre es un ser interactivo: recibe el impacto del ambiente y a su vez actúa sobre él. Diversos son los factores ambientales que intervienen en el ánimo personal de cada uno, y lo hacen según aquellos aspectos a los que seamos más sensibles o tengamos menos recursos para hacerles frente. Hay personas muy influenciables por el clima (el calor para unos, el frío para otros) bloqueando la actividad y la capacidad para adaptarse.

Otras son mucho más influenciables al estado de ánimo colectivo: cuando la crispación política, la psicosis de crisis económica o el enfrentamiento de los líderes desestabiliza a la sociedad, se sienten atrapados por los acontecimientos y les resulta muy difícil desentenderse de ellos. Muchas personas son considerablemente impenetrables por las circunstancias ambientales que no sean las de su ámbito más próximo e íntimo: sólo aquello que afecta a sus seres queridos repercute en su estado de ánimo.

Por último, existe un grupo que tienen el recurso de aislarse de todo aquello que les puede afectar: sólo lo que les repercute directa y personalmente afecta a su equilibrio psicológico. Su aparente fortaleza psíquica se explica por el bloqueo de su afectividad nada envidiable: en la misma medida en que no les afectan las penas o adversidades, tampoco son capaces de gozar de las alegrías.

Ante la afectación ambiental conviene percatarse de la importancia de saber establecer prioridades que sólo podrán venir de un previo equilibrio psicológico referido fundamentalmente al estado consciente de la afectividad. A veces nos dejamos atrapar por el clima de inestabilidad justificando malos humores que seguramente tienen una causa más próxima y personal.

De la misma manera que resulta imposible permanecer del todo inalterable ante las circunstancias es necesario poner límites que nos protejan: no tiene sentido dejar nuestro equilibrio psicológico a merced de las circunstancias. Frente al tiempo, nuestra actitud debe ser más de iniciativa que de expectativa. Hay que forjar los acontecimientos en vez de esperar que surjan automáticamente porque lo importante es ser agente y no espectador de la historia. El fatalismo cronológico vacía la acción humana, porque atribuye al tiempo el destino histórico. Con esa mentalidad el ser humano se torna pasivo ya que espera de brazos cruzados. Aguardar puede ser cómodo, pero no es eficaz.

El sujeto creativo es el ser humano, no el tiempo. La matriz creativa, consciente y libre es el pulso de la humanidad. Transferir el potencial creador al tiempo sería un suicidio antropológico y una anomalía histórica. Confiar el resultado de la historia al tiempo es alienación, es perder la identidad humana que da origen a entes y valores. Como en otros aspectos de nuestra vida, tener adecuadamente concientizada una serie de valores y prioridades nos servirá para defendernos de las agresiones lo que nos permitirá permanecer sensibles a las situaciones personales que, en la medida que nos implican, nos afectan y nos enferman.

No es el tiempo el que define el rumbo de la vida: es el ser humano quien planifica y conduce la existencia para bien o para mal. Cada uno debe elegir el propio camino.

Ada Lamboy

Psicóloga social

Master en yoga científico y educacional
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