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 domingo, 13 de febrero de 2005  
Abandonados. Padres y maestros se quejan por el estado de los edificios
Aprender con el agua hasta los tobillos
Filtraciones, vidrios rotos y conexiones de luz precarias son un problema común para muchas escuelas

"Pasen, pasen", invita una de las porteras de la escuela Nº1.078 de Grandoli y Lamadrid mientras abre las puertas del salón que, a partir del primero de marzo, ocuparán los alumnos de alguna de las cuatro secciones de tercer grado. "Pero ni se les ocurra tocar las paredes porque tienen electricidad", advierte apenas ingresa al aula. El olor a humedad es insoportable. Los pisos están cubiertos del agua que, el domingo pasado, se coló por las filtraciones del techo. Y no es el único sector del edificio plagado de goteras. "Hay días que los chicos almuerzan en el comedor con el agua en los tobillos", asegura otra no docente.

Aún así, en dos semanas a la escuela Nº 1.078 llegarán más de 700 pibes y comenzarán a dar clases entre paredes electrificadas, techos con filtraciones, conexiones de luz expuestas, ventanas con vidrios rotos y puertas sin picaportes.

Pero la 1.078 no es la oveja negra dentro del conjunto de las escuelas de la provincia. Y para comprobarlo no basta más que recorrerlas. "Edificios como este hay muchos. Con los 120 pesos por mes que manda el ministerio para gastos de funcionamiento no se pueden hacer milagros. Entonces la suerte de las escuelas queda atada al trabajo que pueda hacer su asociación cooperadora", se queja una de las maestras de la 1.078, Graciela Acosta.

La consecuencia es obvia. Las escuelas que tienen una población de alumnos de clase media o media alta están mejor mantenidas, el resto "se las arregla como puede". Y el sistema educativo, lejos de equilibrar las diferencias, acentúa los contrastes.

A la escuela Nº 660, Francisco Laprida (Biedma al 5200) concurren unos 1.200 chicos del barrio Moderno, Villa Banana y de la gran cantidad de viviendas construidas en la zona por el Plan Rosario Hábitat. Para toda esta población hay sólo dos baños: uno de mujeres con 12 escusados sin puerta y 3 bachas para lavarse las manos, otro de varones con igual número de escusados, 8 migitorios y un gran piletón de material con varias canillas. En la planta alta de la escuela hay otro conjunto sanitario que se construyó hace tres años pero nunca se pudo poner en funcionamiento.

La falta de pintura se hace notar en todas las aulas y los pasillos, donde las paredes aparecen escritas y los techos con grandes manchas de humedad. El frente de la escuela y el patio central tienen otro aspecto. "Lo pintamos con una rifa que hicimos el año pasado, pero como no juntamos más plata no pudimos seguir avanzando más", explican las maestras a la par que reconocen que "el Fondo de Asistencia Educativa (Fae) nos ayuda bastante pero lo que hace es insuficiente en relación con nuestras necesidades".

En ese mismo edificio funcionan 3 de las 5 secciones del Jardín Nº 249 que desde 1999 está gestionando un lugar propio y todos los años "está por llegar". Hasta que esto suceda, una de las salitas del jardín funciona en parte de lo que era la cocina de la escuela. El espacio es mínimo y está separado del resto de las instalaciones -baños, patio y comedor- por un estrecho pasillo descubierto techado con chapas.

Para los chicos de 4 y 5 años, salir al patio es toda otra aventura. Sus dimensiones son bastante escasas y, abajo del tobogán, está la descarga del pozo ciego. "Una vez por semana hay que desagotarlo y el olor es insoportable", se quejan las maestras del jardín.

Y no es el único jardín donde falta espacio. En el barrio Las Flores, el Nº8.267 (Caña de Ambar 1635) tiene 50 alumnos por turno y un solo salón. El otro aula se armó sobre la galería donde funcionan el comedor y el despacho de la directora. "Nosotros nos preocupamos por mantener la escuela. El año pasado la pintamos toda, pero desde hace cuatro años nos vienen prometiendo ampliar el jardín y no pasa nada", se quejan los padres.

La falta de respuesta frente a problemas concretos también desconcierta en la escuela Nº 1.254, de Superí al 2400. A mediados del año pasado se rajó la mampostería del patio del segundo piso que balconea sobre el hall central de la escuela y hubo que clausurar el lugar porque existían serios riesgos de derrumbe. "¿Saben cuándo vinieron a apuntalar las paredes?", pregunta una de las maestras a sus compañeras y no espera contestación: "Recién hace cinco días". "¿Van a arreglar esto en dos semanas?", inquieren sus interlocutoras. Y esta vez nadie se anima a dar un pronóstico.
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