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 sábado, 12 de febrero de 2005  
Editorial
La Argentina Cromañón

Son demasiados los hechos de la realidad nacional que literalmente explotan en la cara de los argentinos, quienes se enteran de las anomalías o barbaridades que se encuentran muchas veces ante sus ojos cuando las previsibles consecuencias ya han provocado muertos y heridos. El terrible caso testigo del boliche Cromañón, cuando sólo luego de que más de ciento noventa jóvenes fallecieran trágicamente la sociedad descubrió de manera súbita que numerosos sitios de diversión nocturna distan de presentar las condiciones de seguridad mínimas, es un ejemplo nítido de la tendencia descripta. Otro de tenor similar, si bien por fortuna sin víctimas, es el desmoronamiento de los techos en la Facultad de Psicología rosarina, anunciado pero no por ello impedido. ¿Y qué decir, entonces, de los graves sucesos ocurridos ayer y anteayer en una cárcel cordobesa, donde se alojaban mil setecientos presos en un sitio preparado para sólo setecientos, y en la cual según el propio intendente Luis Juez los reclusos, más allá de las razones por las que estaban presos, vivían en un "nivel de hacinamiento y en condiciones infrahumanas"? Nada que decir: apenas que el país entero parece ser un Cromañón de tamaño gigante, en el que todos se encuentran expuestos a que alguien arroje sin aviso una bengala.

Resulta sencillamente inconcebible, en el caso del sangriento motín cordobés, que un penal donde se hallan alojados presos considerados de alta peligrosidad esté ubicado en medio del ejido urbano. Cuando la situación ardía, y se desarrollaba el "motín de mayor magnitud y peligrosidad en la historia carcelaria de Córdoba" -de acuerdo, de nuevo, con Juez-, los vecinos recibieron la instrucción de "no abandonar sus domicilios, apagar las luces y cuidar su integridad física": prácticamente, un estado de guerra. Tampoco resulta tolerable la continuidad de las patéticas condiciones en que viven los reclusos: el castigo es, justamente, la reclusión, y no los siniestros aditamentos que tal condición suele llevar adheridos en la Argentina.

Se trata de graves falencias infraestructurales que existen desde hace largos años sin que nadie las advierta o, si son advertidas, no se hace lo necesario para remediarlas. Es hora de cambiar el rumbo con urgencia.
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